sábado, 17 de mayo de 2008
Escuchar.
Escuchar.
La tarde está oscureciendo más rápido de lo esperado. Es como si la tarde quisiera marcharse. ¡Qué gran cantidad de gente se está aglomerando alrededor de la colina! Cuanta bulla, mira como se ríen, como se jactan. Es como si todos tuvieran una gran celebración, salvo algunos que están silenciosos y algunas lágrimas le corren por las mejillas.
Y pensar que vine desde tan lejos para escuchar uno de ellos, pues dicen que posee una oratoria muy excelsa. Que es suave, dulce, de buen tono y enérgica. Que casi todos sus discursos están dirigidos a la divinidad, la humildad, la paz, la fe y el amor. ¡Cuánto daría por escucharle! Pero no puedo seguir en éste tumulto, me están asfixiando. Y además, ha oscurecido muy rápido.
- Tolomeo, Tolomeo…
- Dígame maestro…
- Te repetí, muchas veces, que evadiéramos todas estas gentes, pues deseaba escuchar sólo uno y marcharme.
- Sí, maestro, lo sé. Y usted consintió conmigo.
- Pues sí… pero sólo para saber que sucedía.
- Pues ya casi sabemos… ¡no!
- No, no sabemos, y nos vamos. Bien sabes tú que a quien buscamos vive predicando de un lugar a otro.
- Mire, mire, hay una gran cantidad de gente acercándose, parece como una caravana.
- Es cierto. A lo mejor es quien buscamos. Y, tal vez viene a celebrar con todas estas gentes, sería de buen gusto, para marcharnos de una vez de estas tierras tan áridas.
- Maestro… voy a preguntar qué están celebrando y luego nos marchamos.
- Pero, rápido.
Y pensar que era un niñito cuando lo compré, unas cuantas monedas pagué por él. Y mira que tesoro me ha salido. Espero educarlo en lo más profundo de su ser. Que conozca la sabiduría, que la desee, que la viva; que conozca los sofista, Aristóteles, Sócrates, Platón, Jenofonte, Homero. A todos aquellos grandes sabios que han pasado por la tierra. Y que la única esclavitud sea la de su espíritu al cuerpo. ¡Pero! ahí regresa, y se le nota preocupado.
- ¿Qué te ha ocurrido? Se te nota muy preocupado, Tolomeo…
- Maestro… ¿Usted sabe qué es lo que van a hacer en la colina?
- Mí querido Tolomeo… A eso fue que tú fuiste, a averiguar que están celebrando.
- Maestro… No es ninguna celebración, es una crucifixión…
- ¡Por Júpiter! Y… mira la algarabía que tienen estas gentes. Marchémonos cuanto antes de éste lugar que me empieza a asquear.
- Espere… Espere… ¿Cuál es el nombre de quien queremos escuchar?
- Su nombre es Jesús. Y todos le dicen Jesús de Nazaret.
- Pues mire maestro, sino nos equivocamos, y no son dos personas diferentes; y es la misma persona, a Jesús lo van a crucificar con dos personas más esta misma tarde, en aquella colina, donde están los centuriones.
- ¡Por todos los dioses del Olimpo! ¿Tú estás seguro de lo que dices? Tolomeo…
- Sí… tan cierto que mire los palos acercándose, son ellos mismos cargándolos.
- Es cierto, oyes como le vocean. Rey de los Judíos, a Jesús. Tolomeo, tu escuchaste porqué lo condenaron.
- Por blasfemar el nombre de Dios.
- Pero si él lo que habla es de amor, paz y humildad.
- Y de que era hijo de Dios…
- Y que tiene de malo eso, si lo que le da es amor al que se le acerca. Es un hombre indefenso.
- Usted sabe más que yo de eso… Maestro.
- Perdóname, Tolomeo.
- Mire… mire maestro, ya se pueden ver, están subiendo la colina.
- Tratemos de acercárnosle más para verlo de cerca.
- Agárrese de mí, maestro, para que no nos extraviemos.
Pero si es cierto lo que decían. Mira cuanta humildad refleja ese rostro con todo y estar tan maltratado. Su pelo largo, ¡qué lindo! Rizadito. Será por esa horrible corona que le pusieron en la cabeza. ¡Por Júpiter! Si es de espina la corona. Cuánto daño le han hecho, sus ojos están hundidos, la sangre le corre por todo el cuerpo. ¡Cuánto debe estar sufriendo! Nadie lo defiende, ni sus discípulos. Que tengo entendido son doce. ¡Qué cobardes! Y los mismos que lo condenaron tienen que ser monstruos, engendrados por mujeres sin paz en su corazón. Envidiosos, farsantes, sus mentes son guaridas de todos los vicios del alma. De noche tendrán pesadillas y sus camas se remenearan, sus corazones latirán como las golondrinas al volar. Y por sus venas no correrá sangre, sino, lava caliente para que le arda su propia alma. Infelices todos estos monstruos e infeliz yo por no hacer nada para salvar un espíritu libre, joven y sabio. Con todas las características de un Dios. Le están clavando la mano y los pies ¡pobre muchacho! Mira como gime soportando el dolor. Los centuriones tienen que estar conmovidos con aquel que refleja tanta paz, con todo y estar ensangrentado. No… no están conmovidos, mira como le clavan la lanza en su costado derecho. ¡Qué crueles son! Según le pasan los aós más animales son. He imposible de llegar a ser personas sublimes.
Ya lo están parando. Hasta crucificado se ve su grandeza. Qué pena no llegar a escucharle. Y todos estos papiros estrujados, sin letras, no pudieron escribir ni una de su palabra en su corazón. O si la escribieron, se le distorsionaron tanto que salieron conjuros malignos.
- Tolomeo…Tolomeo… Marchémonos cuanto antes, que ha oscurecido bastante. Y nuestro camino es bien largo, tan largo como el recorrido de su espíritu hacia el lugar donde habitan los dioses.
Sandy Valerio.
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