Noche de traición.
(Cuento)
Han transcurrido cuatro horas desde que tu marido está durmiendo. Son específicamente las dos de la madrugada. Ya están todos durmiendo, incluyendo los niños. Decides confirmarlo no vaya a ser que alguno se despierte o esté despierto con el sonido que acaba de escuchar en la galería. Es la señal indicada de que te esperan.
Ha silenciado el televisor y te dirige a la habitación de los niños, los observas, confirma que están durmiendo. No hacen algún gesto de que puedan despertar. Eso te tranquiliza.
Ahora te desliza hacia la habitación de tu esposo. Y aunque la adrenalina fluye por todo tu cuerpo, la costumbre y el rencor que siente por tu marido no te hacen perder el control de la situación. Te le acerca, observa su respiración, su cuerpo, sus ojos, está plenamente dormido. Mueves las manos delante de su rostro no vaya a ser que pueda despertar. Pero no hace ningún gesto. Confirma su estado onírico acercando tu rostro al de él. Si él se despertara pensaría que lo intenta besar.
Después de confirmar que todos duermen y de tomar las precauciones de lugar, caminas hacia la puerta. Un sonido parecido al primero te hace detener. Vacilas por un segundo hasta comprobar que nadie lo ha escuchado. Estar en éste estado de ansiedad te esita. Más si sabes que un hombre arriesga su vida para tenerte. Sentirse deseada con demasía es algo extraordinario, hasta el extremo de sentir tu pantis húmedo. Tu excitación es tan sublime que no te importa tu esposo, tu familia, ni tus hijos. Nada te importa, sólo satisfacer tu cuerpo. Y el objeto para alcanzar éste objetivo te espera.
Abres la puerta con sumo cuidado y sales. La experiencia te ha enseñado que después que tu esposo se duerme nada lo despierta. Al cerrar la puerta te sientes liberada para hacer lo que tú quiera. Y tu cuerpo, el monte de Venus y tu libido son cómplices de ti. Te insistan a continuar con ese hedonismo enfermizo. Con esa adicción de tu cuerpo que no puede controlar, sólo satisfacer.
Antes de bajar la escalera te detienes y observas las persianas de los apartamentos de tus vecinos, todas están cerradas y con la oscuridad que hay en la escalera pues quien te espera se ha encargado de deshacerse de los bombillos de ésta. Te acerca a la orilla de pasillo y mira hacia abajo. La mirada tuya y la de él se cruzan. Y él insinúa que te va a encontrar en la escalera pero un gesto de tus manos lo detienes; Y te dices – Es mío – Y comienza a descender la escalera lo más rápido posible pero sin hacer el menor ruido.
Al pisar el último escalón él te tienes en sus brazos. Y la pasión se encarga del resto.
El manto de la noche traicionera los arropaba para que no salieran los gemidos y las ondas expansivas de la energía que liberaban ambos al alcanzar la cúspide de éxtasi.
Sin lugar a dudas de que no hay el más mínimo indicio de lo que acaba de suceder, salvo algunas gotas de semen en el piso.
Al despedirse les dices que lo espera a las 8:30 AM para prepararte un buen desayuno, pues tu esposo estará para el trabajo y los niños para el colegio.
Ahora de regreso en la casa abre la puerta con el cuidado que utilízate al salir, pero éste cuidado de nada te sirve, un rostro inquisidor con un objeto en la mano derecha te manda a cerrar la puerta con todos los petillos no vaya a ser que entren ladrones.
SANDY VALERIO
domingo, 4 de mayo de 2008
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