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domingo, 4 de mayo de 2008

Una mente perturbada.

Una mente perturbada.

Cuando la maldad es usada sin ninguna restricción los resultados pueden ser escalofriantes. Sí. Mírate. Eres víctima de esa maldad. Estas vuelto un manojo de basura. Quien diría que un joven con tantos talento como tú se encontraría en esa condiciones. Das pena. Un religioso diría que estas poseído por demonios y un psiquiatra te diagnosticaría una neurosis crónica o una esquizofrenia en una etapa patológica. Pero para estas gentes eres sólo un loco más. Muchos dicen que fue de tanto leer que te pusiste loco. Para otros, el haberte enamorado de una rica, siendo pobre, pues, sólo en las novelas se casan las ricas con los pobres. Ah. Nada de esto se acercaba a la realidad. Ni tú mismo sabía lo que te había sucedido, ni nunca lo sabrá. Las probabilidades de que vuelva a tener luz en tú mente son remotas. Pero eso a nadie le importa. Y menos en esta tierra que cada quien es el forjador de su destino. Es tan así, que para que terminara el bachiller tuviste que pelear con tú padre. Sí, y esta fue tú desgracia. Eras un rebelde. Un revolucionario en potencia. Y para desgracia inteligente. Cosa mal vista por las elites sociales. Para estos, a los pobres hay que mantenerlos en la ignorancia. Y si surgía uno que rompiera con el ritual de la sociedad, utilizar las herramientas adecuadas para doblegarlo.
Exclusión social, estrangulación económica e intimidación. Y si nada de esto funcionaba, el extremo. La muerte… O lo que te pasó a ti. Sí, a ti... Por haberte involucrado con aquellos jóvenes comunistas. Te volvieron un vegetal. Primero identificaron los cabecillas. Y, desde luego, te encontrabas tú. No tuviste que hacer mucho esfuerzo para encontrarte entre los líderes. Tus cualidades naturales te facilitaban el reconocimiento de todos. Inteligente, emprendedor, prudente, justo y con carácter. La dureza del campo te había endurecido el espíritu. No escatimaba esfuerzo por una causa que cosiderara justa. Y era justo por lo que luchaban. Libertad, igualdad de oportunidades y reivindicaciones sociales. Ah. Mírate. Nada de esto existe en tú cabeza. Te han producido una regresión mental a tal extremo que eres un homo sapien. Eres todo un conglomerado de basura, mal olor y podredumbre. Deambulando de un lugar a otro buscando paz. Ahora está sentado descansando. ¡Talvez! Pues quizás algún reducto del inconciente te comunica que está cansado. Esto no se puede afirmar, pues, te llegarían ráfagas fugases de lo que te aconteció. Y no es así. No te acuerda que primero te intimidaron. No te acuerda que visitaron a tú padre y a tú madre para que te persuadieran. No te acuerda que después de la muerte de aquel descendiente de Júpiter que desembarcó por la playa caracoles la represión se intensificó. No te acuerda quien fue que te traicionó. No. No te acuerda. Y mucho menos te acordará cuando te agarraron a ti y dos más de tus compañeros. Fue tan rápido que no le dio tiempo para correr o defenderse. Le dieron tantos golpes que no había espacio en el cuerpo que no tuviera hematomas. Pero el objetivo no era darle golpes solamente, sino, matarlo. Ustedes estaban demasiado calientes. Y, efectivamente. A tus dos compañeros los mataron. Nunca más se supo de ellos. A ti, el azar te tenía una buena jugada. A uno de los esbirros del sistema, de apellido Everts, le habían encomendado al campesino de Santiago. Este cumplió a cabalidad su objetivo. Te observó de Día y de noche. Se infiltró en tú familia. Las chicas que tú frecuentaba. Tus amigos. Fue un seguimiento perfecto. Era de los mejores en asuntos de espionaje. Ah. Y entonces. Te salvó la vida. Sí. Te la salvó. Pero a cambio dio órdenes de que te inyectaran un milímetro de creolina en la parte trasera del cráneo, es decir, en el cerebro. Borró todas tus cualidades mentales a cambio de salvarte la vida. Pero, sobre todo, daría el ejemplo de que el que estudia mucho y se involucra con comunita, se pone loco. Sí. Un asesino magnánimo. Tan magnánimo que el mismo te llevó a tú campo y te abandonó en la carretera para que tus compueblanos te encontraran. Cuando te llevaron a tú casa no te reconocieron. Y, mírate ahora, sentado en el ocaso de tus Días, nada por lo que luchaste se ha cumplido. Gracias a Dios que tú no está conciente de esto.

Sandy Valerio

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