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lunes, 15 de septiembre de 2008

Un trabajo Difícil.


Un trabajo fácil.

Cuando se han fortalecido las actitudes, la encomienda o trabajo que se le asigne será pan comido. Es un asunto de hábitos, y así el hábito se transforma en cultura. Es decir, en el modu vivendi. Esto lo saben todas las agencias de espionaje. De aquí que a la hora de elegir un esbirro se evalúan sus aptitudes, con p y con c, el entorno donde creció, su cultura y su intelecto.

Las aptitudes naturales que posee el individuo son las bases que sustentaran su correcta vocación. Si es flemático o si es colérico. Si es introvertido o si es extrovertido. Si es calculador o impulsivo. Cada perfil es evaluado conforme los resultados que se quieren obtener.

Sin lugar a dudas que tu primer jefe era de los mejores en asuntos de seleccionar sus agentes, por su capacidad es que era el representante de la CIA en el caribe. Si no era el mejor, era de los mejores. De eso no hay dudas.

Después de la gloriosa guerra de abril fue que se empezó la selección de los agentes o esbirros, como se le quiera llamar, para introducirlo dentro de las filas o células revolucionarias que quedaron dispersa en todo el territorio nacional. Estos eran los más jóvenes de sus agentes, pues, debían encajar en el perfil de los jóvenes revolucionarios. Los más difíciles de doblegar. A los generales, a los políticos y a los ricos, con dinero y con prebendas se compraban. Y esto fue lo que hicieron. Los generales se hicieron ricos, los políticos se hicieron ricos y los ricos se hicieron más ricos. En estos tres sectores el trabajo era fácil. El trabajo difícil era con la juventud efervescente, emprendedora y con ansia de libertad.

Dentro del primer grupo que habían seleccionado tu no te encontraba, te seleccionaron dos años después, específicamente el 15-Junio-1968, no puede olvidar esa fecha. Pues es el mismo día que le diste la trompá al padre Alfredo Hernández director del colegio Santa Ana donde estudiaba. El padre no te expulsó del colegio pero si te suspendió por una semana.

No sabía como llegar a tu casa, expulsado por una semana del colegio y por darle una trompá al padre. Te había ganado una paliza de tu madre. De eso estaba seguro.

Caminaste largo rato por las calles de Santo Domingo hasta sentarte en el parque Enriquillo a analizar que cuento le diría a tu madre. Entonces se te acercaron dos hombres a conversar contigo, este fue tu primer contacto con la CIA. Te explicaron todo, que te habían dado seguimiento, la colaboración de tu madre con las tropas norteamericanas, de tus habilidades, y de tu rechazo a la idea socialista, pues tu madre te lo inculcó.

Los primeros trabajos fueron fáciles, los compañeros del colegio, los profesores y tus familiares pues tenía un primo que simpatizaba con los jóvenes revoltoso. Este desapareció, nunca volvieron a saber de él. Así como a tu profesor de español. Fuiste muy efectivo en tus primeros informes. Sin que nadie sospechara de ti.

Nunca tuviste contratiempo, pero tu trabajo se hizo tan intenso que tuviste que abandonar los estudios secundarios, pues estuviste a punto de ser descubierto por un contraespionaje. Luego de esto te enviaron a trabajar como chofer de una compañía amiga.

Después del 78 no tuviste el protagonismo de antes, ni se te asignaron más trabajo. Pero ahora 30 años después, es diferente, ya no es la CIA que te contrata, son los políticos que quieren que le informe lo que hace el nuevo chofer que contrataste, pues, dicen que es un intelectual liberal, disfrazado, que se hace el tonto, pero que escribe muchas verdades. Desde luego que no te interesan sus verdades, sino, que es un trabajo fácil como en los viejos tiempos.

Sandy Valerio. 15-9-08

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