El último regalo.
Has terminado de pagar los artículos que compraste para tus hijas. Los cuadernos de la más grande, la leche y los pañales desechables de la pequeña, así como algunos dulces para su merienda. Todo lo has pagado con los mil pesos que te dieron por el televisor, cuando lo empeñaste. Te han quedado cuatrocientos pesos de los cuales doscientos son para darse lo a la que era tu esposa, pues, tienen cinco días separados.
Sale de la tienda y la alegría que te embarga te produce una arritmia cardiaca. Esto te produce ráfagas de pensamientos de las diferentes circunstancia en que te a visto envuelto en las últimas semanas por causa de la que era tu mujer. La que hace cincos días te abandonó para juntarse con el padre de la niña más grande. La que quiere como si fuera tuya.
El pensar en él te molesta más que pensar en los otros hombres que te han dicho que se han acostado con Margarita, la que ama, la que no se te sale de la cabeza. La que le perdonaría el haberse acostado con la mayoría de los hombres del barrio.
Esos rumores a ti no te molestan, pues, son rumores de la gente del barrio para hacerles daño a ustedes dos y separarlos. Eso te dices para auto consolarte. Lo que sí te molesta es que esté viviendo con ese hijo de perra que nunca le ha dado nada a la niña y que siempre se ha burlado de ti por mantenérsela. Hace apenas dos semanas que te dijo.
- Qué, maldito cuernú… a esa mujer se lo pego yo cuando quiero.
Todavía resuena en tu cabeza esto y te embarga una ira asfixiante contra ella, y te dices.
- Maldito cuero.
La bocina de un carro de la ruta K te hace volver a la realidad y le hace una señal al chofer para que se detenga. Se detiene unos metros delante de ti y te hace una señal con la mano izquierda para que camine hacia él. Te molesta por no haberse parado enfrente de ti y te dices entre los dientes.
- Buen maricón.
El chofer no te ha escuchad pues aún no ha abordado el carro. Abre la puerta y te monta. Van dos estudiantes universitarios delante, al lado del chofer y una señora con un niño en las piernas al lado tuyo. Le pasa lo quince pesos del pasaje al chofer. El levanta la mano derecha y toma el dinero. Escucha una disculpa de él.
- Amigo, usted sabe que tengo que pararme en la parada, perdóneme por hacerlo caminar un poco.
Esta disculpa te satisface pero no le presta mucha atención pues escuchas en la radio una bachata de Luís Vargas que dices, loca, maldita loca… y piensas en Margarita.
- Esa loca es la que me da por el peláo.
Al terminar éste pensamiento observa que la señora que lleva el niño en las piernas se queda observándote y ve que el niño mira la funda que lleva en las piernas. Por intuición la abre y le regala una galletita de las que llevas para las niñas. La señora te da las gracias y el niño también pero no le contesta nada y continúa con esa introspección enfermiza, desesperante, angustiante sobre Margarita.
Has llegado al barrio en que está viviendo la que era tu mujer, le pide la parada al chofer que se detiene automáticamente. Al desmontarte escucha uno de los estudiantes que se refiere a un hecho que aconteció en la UASD, no escuchaste con claridad lo que decía, pero si pensaste que en el cuatrimestre que viene te tiene que inscribir.
Ahora llegando al frente de la casa te detienes un segundo, pues, tu ritmo cardiaco se ha incrementado. Sabes que si el actual marido de Margarita se encuentra el pleito está casado. El amor a tus hijas te llena de valor y continúa. Toca la puerta y no abren. Vuelve a tocar, y después de unos segundos abren la puerta. Ve la figura del Ajogao en frente de ti con un puñal en las manos. Te lo incrusta en el pecho sin mediar palabras. Sientes como se te abre la piel y pierdes el equilibrio. Las fundas que llevas en las manos se caen junto contigo y se rompen. En éste instante te das cuentas que los cuadernos que compraste tienen las hojas rojas.
Sandy Valerio. 18-09-08
jueves, 18 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario