La satisfacción de un sádico.
Suena tu teléfono móvil y lo observas para ver si es un impertinente del partido que te llama para molestar. Miras el nombre y te das cuenta que quien llama es la chica con la que saliste anoche. No le contestas pues es muy pedidona. Le diste 500 pesos y una funda de comida de las que tienes para dársela a los compañeros del partido y no se conformó. También quería una canastilla para embarazada –dizque para dársela a una amiga- total ni tan bueno ma… te dices y cierras el celular.
Esta breve distracción te ha hecho olvidar que es hora del desayuno y vuelves a maldecirla.
- Tan temprano jodiendo, ¡para qué le di mi número a esa chopa!
Al terminar de decir esto entre los dientes, llamas al señor Vásquez.
- Vásquez…Vásquez…
A la segunda voz de su apellido ya estaba el señor Vásquez en la puerta de tú despacho.
- Dígame licenciado Garrido.
- Vásquez, tengo media hora llamándolo para que me compre 20 pesos de frutas. Y usted no aparece. ¿Por dónde andaba?
- Licenciado Garrido…Pero yo no he salido de la gobernación desde que llegué.
- ¿Y dónde estaba? Porque yo lo estoy llamando hace rato. Pero nada, dejemos eso así y cómpreme las frutas. Y que sean frescas. Pero eso es para ahora. Me oyó…
El señor Vásquez toma los 20 pesos, y sin contestarte media palabras se dirige a comprarte el desayuno de frutas, pues has decidido rebajar unas cuantas libras por el sobre peso que posees. 220 libras de grasas y colesterol, como te dijo la doctora que trabaja en el consultorio de la gobernación.
Vuelve a sonar el teléfono móvil y miras quien te llama. Es el gobernador. Te inquieta, te sudan las manos y tomas la llamada.
- Buenos días, señor gobernador…
- Buenos días, Garrido. ¿Cómo está todo por la gobernación?
- Bien, bien, señor gobernador. Todo está bien.
- Que bueno, nos vemos dentro de un rato. ¡Ah! Cuando llegue Carlos Martínez, le dices que me espere. Que no tardo en llegar.
- Sí, señor gobernador.
Cierras el celular y llamas al teniente Manzueta para comunicarle la información del señor gobernador.
- Manzueta…Manzueta…
- Dígame, señor Garrido.
- Manzueta, ¿tu sabes quién es Carlos Martínez?
- Sí, ese es, el amigo del señor gobernador.
- Exacto. El viene en un momento y quiero que le diga que espere al gobernador. Que no tarda en llegar.
- Comprendo Garrido.
- Bien…
Cuando sale el teniente de tú oficina no transcurrieron 2 minutos para que llegara el señor Vásquez con las frutas que le había mandado a comprar.
- Mire licenciado Garrido.
Lo miras y extiendes la mano derecha para tomar el plato de frutas, y observas en sus ojos el temor que te tiene.
Abres el plato con sumo cuidado pregonando el dominio de la situación. El señor Vásquez no se ha movido esperando tu aprobación. Lo miras de nuevo y vuelves a sentir su miedo; y le dices:
- Le echaron miel…
El no mueve ni un músculo, solamente un sonido imperceptible que llega a tus oídos te confirma lo que le has preguntado.
- Bien…Bien…
Y al mismo tiempo le pides que te dé la devuelta. Se le paralizan los músculos como sintiendo si la tierra se lo tragara. Y te contesta.
- ¿Cuál devuelta? Licenciado Garrido.
El tono de su voz, la sumisión y el temor en sus palabras te dan una satisfacción inexplicable. Nada como tener el control de una persona le produce tanta felicidad al sádico. Ahora con un tono autoritario le pides la devuelta sin demoras.
- ¡Cómo que cual devuelta! La de los 100 pesos que te di. ¿Qué? ¡Acaso te quieres quedar con ella! Por que si es así, tú me lo dices.
El siente como si fuera a desmayarse, y el sudor de la frente sale a relucir junto con el brillo de sus pupilas. Y con una voz trémula y taciturna te pides disculpa.
- Licenciado Garrido, perdóneme, era que no me acordaba. Mire, tenga, coja la devuelta de ahí.
Vásquez coloca 100 pesos encima del escritorio. Y sin mediar palabras le devuelve 20 pesos. No lo miras, pero le dices que esto no se vuelva a repetir, pues, no tendrás tanta paciencia con él como la que has tenido hoy.
Sandy Valerio 10 – 08 - 2009
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