Un poquito de carne.
Contemplas el vaso de whisky que está sobre el escritorio y una sonrisa se refleja sobre tu rostro. La venganza se ha consumado casi al cien por ciento. Los traidores que mataron a tú padre y que aún están vivos la están pagando caro. Los que han muertos tuvieron mejor suerte. No sufrieron tú venganza y eso te enojas.
Tomas el vaso en tus manos y de un sorbo acabas el güisqui que le quedaba. Le haces una señal con el vaso a unos de tus leales secuaces para que te eches güisqui de nuevo pero al mismo tiempo empujan la puerta y piden permiso para entrar.
- Respetuosamente… Señor, permiso para entrar.
- Entre.
Con pasos firmes y marciales entra el soldado y se para en atención frente a ti.
- Señor… La comida especial que usted mandó ha preparar, está lista.
- Bien… Proceda ha llevarla a la persona que se le preparó. Sin demora, entiende.
- Sí, señor…
Ves como el soldado se retira y miras tus secuaces uno por uno como queriendo comunicarles algo importante, pero te contienes. Y decides preguntarles por los dos que participaron en el magnicidio pero que no han sido atrapados.
- ¿Cómo van las investigaciones de los dos que faltan? ¿Por qué no lo han atrapados?
- Ranfy… Le estamos pisando los talones. Nuestros informantes están atentos las veinte y cuatros horas. Cualquiera que se mueva, nosotros lo sabemos.
- Tá bien, tá bien, sigamos hablando de eso después. Por ahora, vamos a ver un traidor comiendo. Ustedes se quedan aquí. Nosotros venimos de una vez.
Al terminar de decir esto a tus secuaces te diriges a la celda donde se encuentra uno de los que participaron en el complot. Al principio de los acontecimientos, éste que va a ver comer, no despertó la más ligera sospecha. Pero conforme se desvelaba el complot, salía a relucir su complicidad. Si no hubiera sido por el buen trabajo de tus secuaces, éste se pudo haber escapado. O alzarse con el poder. Pero le faltó valor para esto y lo está pagando con creces.
Llegas a la celda donde se encuentra el reo y le preguntas a la custodia si éste terminó de comer. El soldado te contesta que sí y que se la comió toda pues esta comida tenía mucha carne y él no había comido carne desde hace muchos días. Sólo harina con sal. Esta información te produce un extraordinario placer y le dices al centinela que se retire que quieres hablar con el reo a solas.
El prisionero no se ha movido del lugar donde se encuentra. Y ha escuchado las preguntas que le hiciste al soldado. Pero el descalabro físico y mental que tiene por los golpes que le han propinado no le permite dirigirte la palabra. Así que preguntas tú.
- Así que te trajeron un poquito de carne hoy.
El no dice nada y te dirige una mirada en tono desafiante. Y eso te enojas. Te llenas de rabias.
- Entonces… ¿te comiste toda la comida?
Ahora te dice que sí y te da las gracias, pero tu le dices que no hay nada que agradecer, que lo que no quiere es que se muera por ahora.
Te metes la mano derecha en el bolsillo y sacas una sortija de oro. Se la muestra al preso y le preguntas.
- ¿La conoces?
El abre los ojos y su rostro se ofusca. Las cejas se le entre cruzan y te confirma que es el anillo de su hijo. Se lo pasa y le dices que se puede quedar con el ya que el niño no la necesita. Se para con la poca energía que le queda y te pregunta que qué le hiciste. Le dice que nada. Que quien lo hizo fue él pues se lo acaba de comer.
Sandy Valerio. 3 – 06 - 2009
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