Corrupción.
Siempre has hecho trampas. Desde niño. Es como si lo llevaras en la sangre. Pero sobre todo, si Dios te ha dado la oportunidad de manejar tanto dinero del Estado, es porque te mereces que te apropies de una buena cantidad.
Ves los estados de cuentas y observas que todas las transacciones se han llevado a cabo. Ahora, como siempre, repartes el botín a diestra y siniestra. Políticos, religiosos, militares, periodistas y una que otra obra de caridad para que te veas magnánimo.
Suena el teléfono y lo levantas. Es tu secretaria. Te dice que es el nuevo procurador, el incorruptible. Meditas uno segundos, y le dices, que no lo puedes atender.
Sandy Valerio
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