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domingo, 23 de febrero de 2014

Angustis.

Angustias.

Un golpe seco retumba en la oficina al golpear el escritorio con tus manos. 

- Yo no acepto que hombres me abracen. Detesto los hombres pegajoso.

Todos se miraron. Algunos conocen tus debilidades, otros las sospechan. Crees que con tu conducta la ocultas.

El valor que dice poseer no es mas que un discurso. Una pose. No posees el valor de gritarle al público lo que más deseas. Ese impulso que te ha angustiado toda la vida.

Haces una pausa. Mira a uno de tus empleados. Quieres abrazarlo, morderlo, darle lo que él te pida. Nada de lo que has hablado te importa mientras lo veas.

Él levanta la mano para dirigirse a ti. ¡Dios! Quieres decirle que hable todo lo que él quiera pero tu cobardía no te lo permite.

- Dame un minuto. Déjame terminar la idea.

Te quieres morir por no dejarlo hablar.

Maldita sociedad de hipócritas te dices mientras ahogas tus deseos en ésta falsa.

Golpeas el escritorio nuevamente. Decides que nadie va a opinar en esta reunión tampoco. Todos te entienden. Se levantan de sus asientos sin decir media palabra. Los planes se quedaron para la próxima reunión.

Sandy Valerio 


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