A puerta cerrada.
El día es propicio para un sacrificio. Es un momento extraordinario para celebrarle una fiesta a San Elías. El disfrutará la niña y calmará todas las penurias de la familia.
Pero el padre no lo sabe. No está conciente del cambio que le producirá a su hija. La marcará para toda la vida. De lo que sí está seguro es de la belleza de la niña. Esta es la causante de la celebración.
Cuando el hermano del jefe la vio desfilar junto con las otras niñas, sus ojos se enfocaron en ella. Disfrutó como nadie la niña. La encontró joven, pero eso no era obstáculo. Su cuerpo era de mujer.
Mandó a uno de sus secuaces a que averiguara quien era esa jovencita. Este le informó todo lo que había averiguado. Que tenía 14 años. Que se llamaba María del Carmen Pérez y su padre Antonio Pérez. Que tenía dos hermanos, uno mayor y otro menor que ella. Y su madre María Altagracia Jiménez. En total eran 5 los que conformaban la familia.
Es decir, que Isabelita y su madre eran las únicas mujeres en el hogar. Las que se dedicaban a los quehaceres de la casa mientras los hombres estaban en el conuco.
Así que cuando le dieron todos los detalles sobre ellos, éste lo único que dijo fue:
- Son unos pobres diablos.
Entonces a su corazón magnánimo se le ocurrió ayudarlos y hacerlo salir de su pobreza. Le mandó a decir al padre que llevara la niña a su oficina.
El padre de la niña se llenó de júbilo. Que el hermano del jefe se fijara en su hija era extraordinario. Eso significaba progreso para su familia. Y le transmitió a su mujer la misma alegría.
Los días antes de la entrevista fueron de entrenamientos para la niña.
Que nada de llevarle la contraria al señor negro. Que hiciera todo lo que él le dijera. Que el futuro de la familia estaba en manos de ella. Que si ella lo hacía sentir bien saldrían de la pobreza. Que no lo mirara a la cara. Y cero negaciones a lo que él le pidiera. Era un deber complacerlo en todo… En todo.
Y así han transcurrido estos últimos días hasta llegar a la hora esperada, 9:30 AM. Los nervios de la niña están tensos como la cuerda de un piano. Pero en sus oídos resuenan las palabras de su madre. Y para darle tranquilidad, su padre está con ella.
El esfuerzo que hizo su madre para resaltar su belleza a dado resultado. La niña luce espléndida. Afrodita envidiaría su belleza.
Han llegado media hora antes a la cita. Antonio se ha identificado y el secretario de negro le comunica que éste no ha llegado pero que no tarda en llegar.
El secretario se ha quedado anonadado con la belleza de la niña. Y se dice:
- Es un ángel.
Los empleados, los calieses y los amigos de negro comienzan a desfilar para contemplar el rostro de la virgencita. Y murmuran entre los dientes que negro entrevistará la niña a puerta cerrada y el padre se quedará afuera. Esperando que le entreguen una mujer no una virgen.
Sandy Valerio
miércoles, 19 de mayo de 2010
jueves, 6 de mayo de 2010
La hormiga y el ratón.
La hormiga y el ratón.
Después de un día de trabajo, el cansancio se apoderó de la hormiguita. Y, lo malo, que le faltaba un gran camino para llegar a su casa.
Sus patitas le pesaban. La mirada no la podía sostener. Y el corazón apenas le latía.
Rogó por un milagro. Le pidió a Dios que le permitiera llegar a su casa y juntarse con su familia. En ese instante se le salieron dos lágrimas. Y sintió que su fe se le extinguía.
Casi al desmayarse escuchó ruidos que se le acercaban. Se paró con la poca fuerza que le quedaba. Miró con detenimiento. Y vio un ratoncito que se le acercaba con la cara llena de tristeza.
La hormiga decidió preguntarle porqué estaba triste. El ratoncito contesto que se había perdido y no sabía como llegar a su casa. Esta, la hormiga, le preguntó que dónde estaba su casa y el ratoncito le contestó que en el naranjo de Antonio.
La hormiga lanzó un grito de alegría pues su casa quedaba al lado del naranjo de Antonio. Y le dijo al ratoncito que si la llevaba montada en su lomo, pues estaba muy cansada y no podía caminar, ella le indicaría como llegar a su casa.
La alegría volvió al rostro del ratoncito y de un brinco salto la hormiguita en su lomo.
Y con la velocidad de un tren emprendieron la carrera de regreso a sus casas.
Sandy Valerio
Después de un día de trabajo, el cansancio se apoderó de la hormiguita. Y, lo malo, que le faltaba un gran camino para llegar a su casa.
Sus patitas le pesaban. La mirada no la podía sostener. Y el corazón apenas le latía.
Rogó por un milagro. Le pidió a Dios que le permitiera llegar a su casa y juntarse con su familia. En ese instante se le salieron dos lágrimas. Y sintió que su fe se le extinguía.
Casi al desmayarse escuchó ruidos que se le acercaban. Se paró con la poca fuerza que le quedaba. Miró con detenimiento. Y vio un ratoncito que se le acercaba con la cara llena de tristeza.
La hormiga decidió preguntarle porqué estaba triste. El ratoncito contesto que se había perdido y no sabía como llegar a su casa. Esta, la hormiga, le preguntó que dónde estaba su casa y el ratoncito le contestó que en el naranjo de Antonio.
La hormiga lanzó un grito de alegría pues su casa quedaba al lado del naranjo de Antonio. Y le dijo al ratoncito que si la llevaba montada en su lomo, pues estaba muy cansada y no podía caminar, ella le indicaría como llegar a su casa.
La alegría volvió al rostro del ratoncito y de un brinco salto la hormiguita en su lomo.
Y con la velocidad de un tren emprendieron la carrera de regreso a sus casas.
Sandy Valerio
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