Círculos viciosos, mal social o un pésimo juez.
Una característica que sobresale en el diario vivir de las clases más humildes de una sociedad, es la repetición de circunstancias negativas. Es decir, el constante ataque de los que están en una mejor posición social.
Ahora, es esto una conducta adquirida genéticamente o es una conducta psicosocial.
Yo, en particular, me identifico con las dos, desde luego, con mayor atención en lo psicosocial.
Cuando me refiero a lo psicosocial, me refiero al perfil del individuo en el marco del perfil social.
Ahora, el individuo tiene sus propias necesidades, y partiendo de estas desarrolla su perfil. Desde luego que el entorno social le sirve de camisa de fuerza y lo moldea a su antojo.
Sea a través de las costumbres, la cultura y los diferentes ritos sociales que el individuo social desarrolla para su protección y confirmación de él como ente social.
Entonces, hagámonos esta pregunta, ¿si el individuo es un ente con instintos que la naturaleza le ha proporcionado para que sobreviva, cómo hace el individuo social para controlar estos instintos?, la respuesta es sencilla, lo sublima. Es decir, lo desplaza al objeto por el enfocado. Sea un equipo de deporte, un partido político, una religión o un arma en la cintura. O cualquier otro objeto.
De aquí se deduce el porque del éxito de los deportes. Así mismo como el origen de las fronteras. Como también del macho dominante con las hembras. O, ¿por qué las hembras prefieren al hombre de dinero? De la misma manera que el hombre apuesto o la mujer hermosa, les caen mal a quien los observas. O el crítico de arte que desestima o menosprecia la genialidad del creador que no cumple con los ritos por él establecidos para pertenecer a su corte estética.
Todas estas conductas no son más que meras distorsiones de nuestros instintos.
Ahora, qué nos libera de estas distorsiones. La educación. Esa palabra sencilla, dulce y tierna que nos hace desarrollar nuestro intelecto.
Pero se puede alegar que ha habido hombres súper educados y han sido monstruos. Y esto es muy cierto. Pero esto ha sido por una educación distorsionada. Sea esta de índole moral, técnica o estética.
Entonces, reconociendo que somos una especie instintiva y tenemos una educación distorsionada. ¿Cómo se logra la socialización? A través del famoso contrato social.
Pero quién vela porque este contrato se cumpla. Sin lugar a dudas que el estado. La figura jurídica que todo ente de la sociedad le debe sumisión y respecto. De aquí la importancia de que el estado sea fuerte.
Pero qué hace al estado fuerte. Las instituciones y, los recursos económicos y humanos que los conforman.
No puede existir ningún clan, sea religioso, económico o social que doblegue la voluntad del estado para beneficio propio. El estado debe velar por cada uno de los entes que conforman la sociedad, no por ningún sector en particular.
De lo anterior se deduce, es que conforme se desarrolló el estado se desarrollaron las clases sociales. Es decir, los que dirigen el estado. Los que le sirven a los que dirigen el estado. Los que le sirven a los que les sirven a los que dirigen el estado. Hasta llegar a los más excluido del clan político, económico o religioso que dirige la sociedad.
O, veámoslo desde el punto de vista piramidal en que los vio Maslow. Los que están en la cúspide de la pirámide de las necesidades. Es decir, con todas sus necesidades satisfechas. Y los que están en la base de la pirámide con todas sus necesidades básicas por satisfacer.
En este punto es que nos damos cuentas de que tan racionales o instintivos son los que dirigen la sociedad.
Sabiendo que el rechazo a un enfermo es el rechazo al enfermo de la manada. Sabiendo que el ataque a uno que pertenece a una clase social inferior es el ataque instintivo de quien está en mejor posición social. Sabiendo que los que se creen más fuerte utilizan ataques despiadados con los que ellos creen más débiles cuando no existe ninguna fuerza moral o política que los controles. Sabiendo que es una lucha constante entre cada individuo de la sociedad. Sabiendo todo esto es que los que dirigen la sociedad tienen que velar por un correcto equilibrio social.
De aquí la efectividad del capitalismo y la inoperancia del socialismo, pues, nadie puede existir sin sus instintos. A menos que sea un santo o un iluminado. O digamos un sabio.
Es decir que quien puede romper el círculo vicioso. O digámoslo de otra manera. Satisfacer las necesidades básicas de una sociedad, es el estado. Esa figura jurídica en que todos delegamos la conducción de la sociedad.
El estado es quien vela por el equilibrio de la sociedad dijo Locke en una ocasión. Y yo diría que si éste es un pésimo juez esta será una sociedad subdesarrollada, en donde los males sociales y las pugnas de los individuos o los clanes amenazaran constantemente la paz social y el desarrollo de la sociedad.
Sandy Valerio.
lunes, 12 de abril de 2010
jueves, 8 de abril de 2010
Gerencia orgullosa.
Gerencia orgullosa.
No debemos confundir el orgullo que sentimos cuando nuestra empresa cumple su compromiso social, cuando la empresa mantiene un programa de entrenamiento continuo para sus empleados o cuando sus relaciones públicas o internas son extraordinarias, hasta el extremo que cada uno de sus empleados se identifica con ésta. Este es un orgullo que enaltece y satisface. Nos produce bienestar psíquico y laboral. Es decir, que existe un orgullo que es reconfortante y saludable. La satisfacción de hacer lo correcto.
Ahora, existe un orgullo que conduce a la pedantería, al caos, a la disolución. O como diría un psicoanalista, etapa infantil no superada, donde se es el centro de todo. Pero en esta reflexión no nos interesa el psicoanálisis ni el egocentrismo, lo que si nos interesa son los resultados de esta conducta. Sus secuelas, por ende, sus consecuencias.
A cuantas empresas no la hemos visto desestimar una campaña publicitaria por que es muy sencilla. O, al contrario, incurrir en una campaña publicitaria muy suntuosa, que escapa a la realidad y objetividad de la empresa. Acaso no hemos visto empresas que desestiman los servicios de una empresa sólo por ser pequeña. No sabiendo que esta puede contribuir con el ahorro de los costos. A cuantos gerentes no hemos visto desestimar una idea de innovación porque es un empleado de tercera categoría que la propone. A cuantos gerentes no hemos visto desestimar un analice de costo porque el que los hizo fue un gerente de otro departamento. A cuantos gerentes no hemos visto desestimar un analice financiero porque el que los hizo fue un recién contratado. A cuantos gerentes no hemos visto decir que tienen veinte años haciéndolo de tal o cual manera y siempre le ha dado resultado, es decir, sin innovar. Y, así mismo, a cuantas empresas también hemos visto comprar otras sin que esta le sume algún valor agregado, simplemente por mostrar más solides de la cuenta. No son una ni dos las empresas que hemos visto caer en estas debilidades, y, por ende, desaparecer del mercado.
Es por estas razones y muchas otras más que los presidentes, gerentes y directores departamentales tienen que mantener una constante evaluación de sus ejecutorias. Que le permita auto evaluarse y reflexionar sobre las mismas.
Desde luego que esta evaluación deberá caracterizarse por su honestidad, sinceridad y objetividad.
Sandy Valerio.
No debemos confundir el orgullo que sentimos cuando nuestra empresa cumple su compromiso social, cuando la empresa mantiene un programa de entrenamiento continuo para sus empleados o cuando sus relaciones públicas o internas son extraordinarias, hasta el extremo que cada uno de sus empleados se identifica con ésta. Este es un orgullo que enaltece y satisface. Nos produce bienestar psíquico y laboral. Es decir, que existe un orgullo que es reconfortante y saludable. La satisfacción de hacer lo correcto.
Ahora, existe un orgullo que conduce a la pedantería, al caos, a la disolución. O como diría un psicoanalista, etapa infantil no superada, donde se es el centro de todo. Pero en esta reflexión no nos interesa el psicoanálisis ni el egocentrismo, lo que si nos interesa son los resultados de esta conducta. Sus secuelas, por ende, sus consecuencias.
A cuantas empresas no la hemos visto desestimar una campaña publicitaria por que es muy sencilla. O, al contrario, incurrir en una campaña publicitaria muy suntuosa, que escapa a la realidad y objetividad de la empresa. Acaso no hemos visto empresas que desestiman los servicios de una empresa sólo por ser pequeña. No sabiendo que esta puede contribuir con el ahorro de los costos. A cuantos gerentes no hemos visto desestimar una idea de innovación porque es un empleado de tercera categoría que la propone. A cuantos gerentes no hemos visto desestimar un analice de costo porque el que los hizo fue un gerente de otro departamento. A cuantos gerentes no hemos visto desestimar un analice financiero porque el que los hizo fue un recién contratado. A cuantos gerentes no hemos visto decir que tienen veinte años haciéndolo de tal o cual manera y siempre le ha dado resultado, es decir, sin innovar. Y, así mismo, a cuantas empresas también hemos visto comprar otras sin que esta le sume algún valor agregado, simplemente por mostrar más solides de la cuenta. No son una ni dos las empresas que hemos visto caer en estas debilidades, y, por ende, desaparecer del mercado.
Es por estas razones y muchas otras más que los presidentes, gerentes y directores departamentales tienen que mantener una constante evaluación de sus ejecutorias. Que le permita auto evaluarse y reflexionar sobre las mismas.
Desde luego que esta evaluación deberá caracterizarse por su honestidad, sinceridad y objetividad.
Sandy Valerio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)