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miércoles, 20 de agosto de 2008

Cuando los cañones suenen.

Cuando los cañones suenen.

Cuando un sentimiento de libertad se apodera del corazón de los hombres y éste se combina con el amor a la patria, no existe fuerza, ni adversidad que detenga el impulso de estos hombres.

Nadie, absolutamente nadie debiera intentar cruzarse le en el camino a estos iconos de la libertad, salvo que deseen ser aplastado sin contemplación por la dignidad, el arrojo y el valor.

Estos sentimientos se habían escudado en el corazón de Antonio Jiménez y su hijo Pablo desde hacía un mes, cuando el traidor de Santana anexionó la isla a la madre patria.

- Pablo, hijo, levántate, que me parece que hoy es la señal. Ayer Juan vino por aquí y me dijo que cuando escucháramos los cañones, esa era la señal.
- Pa… yo estoy listo desde temprano, no he podido dormir. Anoche retoqué los machetes como me dijiste.

Si que los había retocado, los filos relucían como si fueran rizos de Apolo mientras se desplaza en su carruaje de fuego.

- Entonces, todo está listo, solamente tenemos que esperar a que suenen los cañones.
- Pa… y el conuco ¿quién lo va a cuidar?
- No te preocupe, ya hablé con Secundino. Como él no puede ir a pelear contra los españolitos por el parto de su esposa, nosotros pelearemos por él, y él nos cuida el conuco.
- ¡Y si nos matan!
- No nos preocuparemos más por cuidarlo.

Se hizo un silencio sepulcral en el bohío mientras cortaba una porción de tabaco del andullo de su consumo para macarlo, se la pasó a su hijo y cortó otra para él.

No volvieron a dirigirse palabras, Antonio pensaba en las cicatrices que llevaba en cima de cuando peleó contra los haitianos. Y Pablo pensaba en el puerco cimarrón que lo tuvo al matar hace dos días. Eran dos espartanos que se sacrificarían como Leónidas en las Termópilas por la libertad.

Se escuchó un sonido que los hizo salir de su ensimismamiento, se pararon, se ataron los machetes a la cintura y se dirigieron hacia donde está el valor, la gloria y la inmortalidad.

Sandy Valerio. 19-08-08

domingo, 10 de agosto de 2008

Orando.

Orando.

El corazón le está latiendo a mil revoluciones por minutos del dolor que está destruyéndole por dentro. Su mente y su alma se encuentran obnubiladas de la angustia que lo ha arropado.

Hay de los espíritus nobles y sensibles que tienen que pasar por tan terrible pesar. Las paredes de su habitación se ciernen sobre él y se dice – Dios mío, ayúdame- es un quejido desesperado que se desplaza por el universo hasta donde su objetivo. Este lo absorbe, lo hace suyo, hasta el extremo de desplazarse donde quien lo ha dicho.

Cuando terminó de decir la última vocal ya su rodilla se encontraba en el piso frente a la cama. Se persignó. El tiempo se detuvo pero él no lo sabía. Los ángeles, las estrellas y el universo los contemplan. Era el foco de atención de cada átomo del cosmos.

Pero no lo sabe, solamente lo presiente. Su cuerpo está tan hesitado que empiezan a salirles lágrimas, pero estas no caen en el piso, ni en la cama. Se le evaporan de las manos al que está sentado frente a él desde que empezó a orar.

Las palabras de desesperación que liberan sus labios –Dios mío, dame fuerza y sabiduría para soportar tanto dolor- eran escuchadas solamente por quien se encontraba sentado en frente de él. Este se sonríe mientras le acaricia la cabeza y le dice – Por qué crees que te voy abandonar- pero sus sentidos no lo escuchan, su alma sí. Y comienza a sentirse calmado y las lágrimas a dejarle de brotar. Se persigna de nuevo –En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, te amo Jehová, amen-.

El que está sentado le contesta que también y se marcha. Y él se para y se acuesta; y duerme bien sin pena ni dolor.

Sandy Valerio. 10-08-08

lunes, 4 de agosto de 2008

Utopía o Sadismo.

Utopía o Sadismo.

He visto que a las diferentes soluciones sociales que he planteado la han catalogado de utópicas, y en verdad que esto no me sorprende, lo que si me sorprendería sería que se llevaran a cabo.

Sabemos que en las actuales condiciones como especies no alcanzaríamos el socialismo puro, esto si es utópico, pero como entes racionales, sí proporcionaríamos las mismas oportunidades para todos, independientemente de su nivel social. Esto si es posible.

Pero tendríamos que hacernos la pregunta de ¿Quiénes son los que están a cargo de crear este equilibrio? Se supone que son los que están a cargo de dirigir el desenvolvimiento y desarrollo de la sociedad, libres de prejuicios o de favoritismo. Estos deben de ser los políticos, los lideres empresariales y los lideres sociales.

Ahora, existe alguna satisfacción física o psíquica que estimule el desequilibrio social, o un instinto de especie inferior que nos cohíbe desarrollar la solidaridad con los demás. A esto podríamos llamarle sadismo.

Si leemos a Eric Fromm en su libro Miedo A Libertad nos dice que el sádico disfruta cuando mantiene cohibido de cualquier libertad, sea esta económica, de opinión o de cualquier índole a su victima.

De aquí podemos deducir que en vez de ser utópicas mis ideas son irrealizables por el sadismo que ocultan los que ejecutan las políticas sociales. No es porque sean imposibles de hacer, sino, porque produce cierta satisfacción mantener a tantas personas sin libertad económica, sin libertad de opinión, sin libertad a ser humanos racionales. Quien está cohibido de educación carece de libertad para discernir.

Entonces, cuando vemos a los niños limpia vidrios, cuando vemos los cinturones de miseria alrededor de nuestras ciudades, cuando vemos tanta sangre en los periódicos, cuando le cohibimos como sociedad a un padre su desarrollo económico por pura mediocridad, cuando vemos una empresa absolver todas las pequeñas que puedan competir con ella, cuando vemos a un funcionario público cometer tantas atrocidades y no hacer nada como sociedad, acaso no es nuestro sadismo inconciente que está actuando al ver tanta mediocridad y no hacer nada.

No, no son ideas utópicas pretender que la brecha entre ricos y pobres no sea tan amplia, pretender que las necesidades básicas de las mayorías estén satisfechas, pretender que la clase media se fortalezca, pretender tener un estado fuerte sustentado en los pilotes de la institucionalidad. Si esto es una utopía me declaro un utopiano.

Ahora, de lo que si estoy seguro es que de no pretender alcanzar estos nobles ideales es afianzar nuestro morbo, nuestro sadismo colectivo y nuestra meta de sociedad fallida.

Sandy Valerio. 2-8-8