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sábado, 17 de mayo de 2008

Escuchar.


Escuchar.
La tarde está oscureciendo más rápido de lo esperado. Es como si la tarde quisiera marcharse. ¡Qué gran cantidad de gente se está aglomerando alrededor de la colina! Cuanta bulla, mira como se ríen, como se jactan. Es como si todos tuvieran una gran celebración, salvo algunos que están silenciosos y algunas lágrimas le corren por las mejillas.
Y pensar que vine desde tan lejos para escuchar uno de ellos, pues dicen que posee una oratoria muy excelsa. Que es suave, dulce, de buen tono y enérgica. Que casi todos sus discursos están dirigidos a la divinidad, la humildad, la paz, la fe y el amor. ¡Cuánto daría por escucharle! Pero no puedo seguir en éste tumulto, me están asfixiando. Y además, ha oscurecido muy rápido.
- Tolomeo, Tolomeo…
- Dígame maestro…
- Te repetí, muchas veces, que evadiéramos todas estas gentes, pues deseaba escuchar sólo uno y marcharme.
- Sí, maestro, lo sé. Y usted consintió conmigo.
- Pues sí… pero sólo para saber que sucedía.
- Pues ya casi sabemos… ¡no!
- No, no sabemos, y nos vamos. Bien sabes tú que a quien buscamos vive predicando de un lugar a otro.
- Mire, mire, hay una gran cantidad de gente acercándose, parece como una caravana.
- Es cierto. A lo mejor es quien buscamos. Y, tal vez viene a celebrar con todas estas gentes, sería de buen gusto, para marcharnos de una vez de estas tierras tan áridas.
- Maestro… voy a preguntar qué están celebrando y luego nos marchamos.
- Pero, rápido.
Y pensar que era un niñito cuando lo compré, unas cuantas monedas pagué por él. Y mira que tesoro me ha salido. Espero educarlo en lo más profundo de su ser. Que conozca la sabiduría, que la desee, que la viva; que conozca los sofista, Aristóteles, Sócrates, Platón, Jenofonte, Homero. A todos aquellos grandes sabios que han pasado por la tierra. Y que la única esclavitud sea la de su espíritu al cuerpo. ¡Pero! ahí regresa, y se le nota preocupado.
- ¿Qué te ha ocurrido? Se te nota muy preocupado, Tolomeo…
- Maestro… ¿Usted sabe qué es lo que van a hacer en la colina?
- Mí querido Tolomeo… A eso fue que tú fuiste, a averiguar que están celebrando.
- Maestro… No es ninguna celebración, es una crucifixión…
- ¡Por Júpiter! Y… mira la algarabía que tienen estas gentes. Marchémonos cuanto antes de éste lugar que me empieza a asquear.
- Espere… Espere… ¿Cuál es el nombre de quien queremos escuchar?
- Su nombre es Jesús. Y todos le dicen Jesús de Nazaret.
- Pues mire maestro, sino nos equivocamos, y no son dos personas diferentes; y es la misma persona, a Jesús lo van a crucificar con dos personas más esta misma tarde, en aquella colina, donde están los centuriones.
- ¡Por todos los dioses del Olimpo! ¿Tú estás seguro de lo que dices? Tolomeo…
- Sí… tan cierto que mire los palos acercándose, son ellos mismos cargándolos.
- Es cierto, oyes como le vocean. Rey de los Judíos, a Jesús. Tolomeo, tu escuchaste porqué lo condenaron.
- Por blasfemar el nombre de Dios.
- Pero si él lo que habla es de amor, paz y humildad.
- Y de que era hijo de Dios…
- Y que tiene de malo eso, si lo que le da es amor al que se le acerca. Es un hombre indefenso.
- Usted sabe más que yo de eso… Maestro.
- Perdóname, Tolomeo.
- Mire… mire maestro, ya se pueden ver, están subiendo la colina.
- Tratemos de acercárnosle más para verlo de cerca.
- Agárrese de mí, maestro, para que no nos extraviemos.
Pero si es cierto lo que decían. Mira cuanta humildad refleja ese rostro con todo y estar tan maltratado. Su pelo largo, ¡qué lindo! Rizadito. Será por esa horrible corona que le pusieron en la cabeza. ¡Por Júpiter! Si es de espina la corona. Cuánto daño le han hecho, sus ojos están hundidos, la sangre le corre por todo el cuerpo. ¡Cuánto debe estar sufriendo! Nadie lo defiende, ni sus discípulos. Que tengo entendido son doce. ¡Qué cobardes! Y los mismos que lo condenaron tienen que ser monstruos, engendrados por mujeres sin paz en su corazón. Envidiosos, farsantes, sus mentes son guaridas de todos los vicios del alma. De noche tendrán pesadillas y sus camas se remenearan, sus corazones latirán como las golondrinas al volar. Y por sus venas no correrá sangre, sino, lava caliente para que le arda su propia alma. Infelices todos estos monstruos e infeliz yo por no hacer nada para salvar un espíritu libre, joven y sabio. Con todas las características de un Dios. Le están clavando la mano y los pies ¡pobre muchacho! Mira como gime soportando el dolor. Los centuriones tienen que estar conmovidos con aquel que refleja tanta paz, con todo y estar ensangrentado. No… no están conmovidos, mira como le clavan la lanza en su costado derecho. ¡Qué crueles son! Según le pasan los aós más animales son. He imposible de llegar a ser personas sublimes.
Ya lo están parando. Hasta crucificado se ve su grandeza. Qué pena no llegar a escucharle. Y todos estos papiros estrujados, sin letras, no pudieron escribir ni una de su palabra en su corazón. O si la escribieron, se le distorsionaron tanto que salieron conjuros malignos.
- Tolomeo…Tolomeo… Marchémonos cuanto antes, que ha oscurecido bastante. Y nuestro camino es bien largo, tan largo como el recorrido de su espíritu hacia el lugar donde habitan los dioses.
Sandy Valerio.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Tus palabras.

Tus palabras.

Tus palabras que corren en el espacio
Sin poder descubrirlas,
Cuando al fin las descubro:
Un oasis en la penumbra,
Un placer por encima del éxtasis.
Cómo se sentiría Pedro al escuchar a Jesús,
Si en mí no hay explicación,
O Platón al escuchar a Sócrates,
Si yo engendro en gestación al escuchar tus palabras
Mis oídos se estremecen, captando una energía extraordinaria
Para ser transportada a mis células, de ahí a mis neuronas,
De las neuronas a mí cerebro, de mí cerebro a mí alma,
Y en mí alma ser transformada en lluvia fresca
Para rosear mí espíritu en el infinito.

Sandy Valerio.

Intercambio.

Intercambio.

El sudor dejó de brotarle de entre los poros.

La sombra lo abandonó después de un estruendoso sonido.

El corazón dejó de latir en medio del intercambio.

Y con el último reducto de energía que le quedaba.

Sólo atinó a decir; no veo de esté ojo.

Sandy Valerio.

La apuesta.

La apuesta.

Está tendido en la calzada. Tus ojos buscan un lugar en el horizonte, pero no puedes detenerlos. Se menean de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Sientes que la respiración es más lenta. Sabes que está vivo, pues escucha el murmullo a tú alrededor. La turba se ha aglomerado en torno a ti. Quieres decirle que te ayuden, pero no te salen palabras, sólo articulas los labios. Vuelve a decirle, - Coño, ayúdenme, no me dejen morir -. Nadie te entiende. Escucha cuando alguien dice que eres un niño. Quiere decirle que eres un hombre, hasta con hijos, aunque sólo tienes 17 años. Pero no puedes menearte. Sientes la espalda húmeda, como si hubiera agua debajo de ti, pero es sangre. Según dabas vueltas en el pavimento, toda la espalda y parte de la cara se te peló. Se te veían los tejidos, la carne. Aunque el golpe más peligroso y por donde salía más sangre era en la nuca. Al caer te lo había producido. Por éste te estaba desangrando. Ahora te llegan recuerdos de que fue lo que te sucedió. Mira en retrospectiva y ves a Carlos desafiándote con su pasola. Que la de él corre más que la tuya. Que la tuya no sirve. Que la máquina de la de él es mejor y más potente. Que la tuya, ni él dándote ventaja, le ganaba a la de él. Pero nada de esto te amilanaba. Sentía confianza en tú pasola. A todas las del barrio la había ganado. Tú pasola estaba preparada para correr a gran velocidad, Carlos sabía esto, pero él había preparado la suya con el aburrío, el que más sabía preparar los motores para las carreras. Pero nada de esto te intimidaba. Aceptaste la apuesta con mil pesos, y la pasola para el que ganara. Se colocaron uno al lado del otro. Antonio, el moto concho, anunció la salida. Arrancaron parejos, no había distancia entre uno y otro en los primeros 100 metros. Pero después de aquí, sí, tú máquina respondió. Un cuerpo, dos cuerpos y tres… El perro, un maldito perro. El se atravesó. El golpe fue tan fuerte que a unos 500 metros los gritos del perro se escucharon. Y volaste por los aires como Jack Veneno. Ah… Maldito perro, piensas… pero ya es tarde, perdiste la apuesta, perdiste la vida.

Sandy Valerio.

Devuelve esa miseria.

Devuelve esa miseria.

El no quería acercarse donde se encontraba su padre, sentía vergüenza, pero sus amiguitos insistían, pues si le daban 5 pesos comprarían dulces para todos; y como el padre estaba apostando a los gallos, es porque tenía dinero.

Lo convencieron, y entre alegría y tristeza se acercaba a su padre. Alegría, porque su padre le daría la bendición; y tristeza, porque su padre no le gusta que lo molesten cuando apuesta a los gallos. Pero coincidencialmente siempre que lo podía ver y besarle la mano era en la gallera.

En está ocasión era igual, le besó la mano – sion papi – y con gesto despectivo el padre sacó 10 centavos, se lo entregó y al mismo tiempo - Dios te bendiga y váyase para su casa, los niños no están en gallera.

El váyase para su casa no lo escuchó, pues la alegría que le produjeron los 10 centavos y el Dios te bendiga era tan inmenso que se le olvidaron todos sus amiguitos, y emprendió una carrera que a todos sus compañeritos los dejó votados; y entre zancada y zancada, solamente decía; - vi a papi, vi a papi, y me dio diez…

Sus amiguitos, que al verle salir tan rápido, también lo siguieron, solamente escuchaban cuando decía, - vi a papi, vi a papi, y me dio diez…- la alegría también los contagió, y se decían – hasta paleta vamos a comprar con los diez pesos, eso da para comprar de todo.

Y con el corazoncito tan agitado como las olas del mar en un Huracán, llegó donde su abuelita. Y ésta a verlo tan contenta sonrió, pero con tristeza, pues la polla de él ella la había tenido que matar para comer; y le dijo ella – y esa alegría mi terruño – Y él le contestó – vi a papi, abuelita, y me dio diez…- A ella se le agrandaron los ojos, lo cogió por un brazo; y le dijo – deja ver los diez pesos – Y el niño sorprendido, le dijo a ella – cuáles diez pesos, abuelita, fueron diez cheles – Ella frunció las cejas y con una voz estruendosa le dijo – Devuelva esa miseria… rápido.

Sandy Valerio

Vine a buscar mi marido.

Vine a buscar mi marido.

Transcurrían las 7:00 pm, en aquel campo oculto por las montañas, como si sintieran celos, las montañas, por sus habitante resabiosos, que por todo pelean y por todo se quejan.
María no era la excepción. Había puesto la cena como de costumbre, a las 6: oo pm, pero eran las 7, sus nervios empezaron a castigarla como era de esperar, pues Antonio, que era su esposo, no acostumbraba a llegar después de cena, salvo algún inconveniente que le sucediera en el conuco.
- Ju… me parece que le pasó algo a Antonio. Carlos, ¿Qué tú crees?
- No, mamá. Qué le va a pasar a papá.
Carlos era el hijo más pequeño que aún vivía con María y Antonio; y un nieto que estaban criando. Los cuatros vivían con suficiente tranquilidad como para ser envidiados por sus vecinos, aunque con uno que otro imprevisto.
María lo sabía, siempre lo ha sabido, cuando surge algún imprevisto, no es para que María esté tranquila. En el último imprevisto duró Antonio dos días tras las rejas por Golpear un policía y casi lo matan dándole palos.
El mangú que ella había hecho, se había endurecido, y se le estaba escurriendo el aceite. Pero María no podía tranquilizarse. Ya Carlos y su sobrino estaban durmiendo. Cuando de repente se oye la voz de Antonio que vociferaba.
- Maldita mujer el diablo, tu verá lo que te va a pasar esta a noche. Cuero el diablo. Pa que respete los hombres. Maldito cuero.
A María se le engrifaron los pelos y se acordó que había discutido con Antonio en la mañana; y se dijo:
- Ju… se puso a beber y viene a bravear ahora.
No hubo de haber pasado 30 segundos de ella haber dicho esto cuando se oyó un sonido estruendoso que golpeaba la persiana del frente, y más seguido, otra piedra golpeaba la puerta. María había dado un brinco con el primer sonido. El segundo lo escuchó mientras iba corriendo con el nieto en una mano y con la otra sujetaba a Carlos.
Se lanzó por la barranca que estaba detrás de la casa con los dos niños en los brazos. En medio de la oscuridad se abrió paso por el arroyo sin que los niños se mojaran.
Subió la pendiente que daba a la casa de Juana, acostó a los niños y se acostó ella.
Juana la esperó con la puerta abierta, estaba acostumbrada, cuando oía un sonido extraño, era un imprevisto con Antonio.
Juana misma fue a ver después que se calmaron los sonidos e inspeccionó la casa, se quedó muda al ver el estado en que quedaron las persianas. Y fue a contárselo a María en seguida.
- Bueno María… mañana tú va tener que comprar mucha tabla.
María se quedó dormida con los niños y al amanecer tempranito se presentó a la jefatura policial, pues dos policías fueron los que no permitieron, después de darle unos cuantos palos a Antonio, que derrumbara la casa.
- Vine a buscar mi marido, el no hizo na… esa casa he de él.

Sandy Valerio.

Si usted no tiene dinero.

Si usted no tiene dinero.

La tristeza se le reflejaba en el rostro, no podía ocultarlo, por más que tratara de disimularlo, su dolor se veía en su cara.
Se sentó en el banco, el parque estaba lleno de jovencitos limpia botas y él los mirabas lleno de dolor y admiración; y en ese estado exotérico en que se encontraba observándolo, se le acercó uno de ellos.

- Señor… ¿Le limpio los zapatos?

Este había venido del lado opuesto a los que él estaba observando, por eso no se percató cuando venía. Trató de ocultar su dolor, más cuando vio el rostro de éste lleno de inocencia y ternura, trató de ocultarlo más, pero se equivocó, los niños tienen una capacidad extraordinaria para captar las emociones de los adultos, aún sin estos hablar; y más si estos están expuestos a atropellos constante de su inocencia. El titubeó un poco, pero aceptó.

- Esta bien…

Cogió su latita que tenía debajo del brazo, se sentó encima de ella; y la limpia bota en medio de él y el señor.

Fue sacando cada uno de los utensilios de su trabajo. Primero los paños, el liquido, la pasta; y luego el cepillo. Mientras tanto, el señor lo observaba. Echó líquido en una tapita de compota y con un cepillo de dientes, empezó a untárselo a los zapatos. El señor pensó que en épocas pasadas pudo ser de él. En cada movimiento que ejecutaba el niño era digno de admiración; y con el dolor del señor, ésta admiración se triplicaba.

Y mientras destapaba la pasta para darle brillo a los zapatos, el niño que había visto y sentido éste dolor en sus padres, le preguntó.

- Usted… ¿Está triste? ¡verdad!

El señor frunció las cejas, pero al ver la inocencia del rostro, cedió.

- Un poco…

El niño no hizo más preguntas, pues vio como se le aguaron los ojos al señor; y al terminar de limpiar los zapatos, el niño le dijo.

- Si usted no tiene dinero, después me lo paga…

Sandy Valerio.

Efluvio de violencia.

Efluvio de violencia.

Vez tu reloj y observa que es una hora antes de la de salir a trabajar tu esposa. Te sientes ansioso e incomodo. Es exactamente como te le dijeron. Aún resuena en tus oídos. – ¡Tu lo que eres es un maldito cuernú!- Y… peor, quien te lo había dicho era tu hermano. Quisiste partirle la cara pero te contuviste. Sabía que él nunca habla por hablar. Entonces le preguntaste que si el sabía algo que te lo dijera. El no dijo nada de una vez, pero a los dos minutos fue que te explicó lo que te tiene tan incomodo. Y, efectivamente… es como él te lo dijo.

Das un brinco de la cama y llama a tu mujer. Sí, a ella, tiene ganas de partirle la cara pero algo te detiene, - ¡Ven que te estoy llamando! – Ella se inquieta pero sin alterarse. –Dime amor… ¡Para qué te levantaste! Es muy temprano… - Sí, por eso es que me levanto… ¿Para qué va tan temprano al trabajo? – OH… amor, tu sabes que los carros son muy difíciles. Cuando terminó de decir esto sonó un golpe seco en el rostro de ella. – Maldito cuero - Le dices y vuelve a golpearla. Ella cae de una vez al suelo y le golpea de nuevo con los pies, y como un efluvio de violencia sin poder detenerse la sigue golpeando. A ella no le ha dado tiempo de hacer nada, más que gritar. Tú te enojas más cuando escucha sus gemidos. - ¡Maldita! ¿Por qué no lo pensaste? - Mientras siguen los golpes al por mayor y detalles. Ahora ella está a punto de desmayarse, la dejas y te decides cambiar pues aún estás en ropa interior.

Estás excitado y te logra calmar un poco cuando te cambia. Ella todavía sigue tirada en el suelo. Nunca la ha golpeado de esa manera. Sí, en otra ocasión alguna galleta, algún apretón de brazo, pero no más de ahí. Pero ahora era diferente, se lo merecía. Y te dices; - Yo que me sacrifico tanto por ella, mira lo que me haces.- Levanta el colchón y sacas una pistola ilegal que había comprado. Ella la ve, se sorprende, y te dices – No me mate, piensas en tus hijos…- Maldita, eso es lo que tú debiste de hacer, pensar en tus hijos, cuero sucio…pero ta te quieta, que te salva precisamente por ellos, azarosa… y cállate hija de la gran puta.- Te engancha la pistola en la cintura, está manipulada, lista para disparar. Sale de la casa, ella te quiso detener pero no pudo. Los golpes y el miedo la detuvieron, sólo te dijo; -¿Qué va hacer?- Y le contestaste, - después tu va ha saber.-

Los pasos se vuelven una eternidad con el ritmo cardíaco que tienes, pero te tranquiliza una frase que había leído. – Cuando se toma una decisión, nunca se deja, si es de honor.- Ya estás a dos casas de la pensión en que vive tu objetivo. Te detiene y vez el reloj, la 5:10 AM. Decides fumarte un cigarrito de marihuana. En otra ocasiones lo había echo para tranquilizarte y en tus tiempos juveniles para estar en la onda. Lo enciende, en cada copo que absorbe te excitas y te hace sentir como un súper hombre. – Tu verá ese asqueroso, él espera mi mujer, ese cuero sucio. Se están cogiendo desde hace un tiempo. Y yo que lo saludaba, ese hijo de la gran puta…- Vez el reloj de nuevo, la 5:15 AM. – ¡Coño! – Te dices y adsorbe el último copo con un suspiro de gigante.

Empuja la puerta de la pensión. Estaba abierta como te dijeron que estaría para que ella entrara. Te molestas más, pero te detienes a pensar en cual habitación era que él vivía. Te dijeron que era en la 12, pero observa que en la primera sólo hay números pequeños. Deduces que es en la segunda. Sube la escalera y vez que al subir está el número 7 de primero. Automáticamente deduce que la número 12 está más para lante. Tomas la pistola en la mano derecha. No quiere que tus pasos se oigan. Vez una puerta se mi abierta y mira en cima de ella. Es la número 12. – Diablo la está esperando, ese hijo e puta.- Te Dices. Te para en frente de la puerta y la empuja con la mano izquierda. Al verte él quire defenderse pero no puede, le dispara sin compasión y le dices; - Así qué esperaba mí mujer…-

Sandy Valerio.

¡Tu si eres lindo

¡Tú si eres lindo!

Cuando alguien está siendo observado por otra persona a poca distancia, hay una sensación extraña que siente el observado, talvez lo que muchos llaman sexto sentido o para otros simple intuición.
José estaba sintiendo esta sensación al colocarse en la fila, miró para todos los lados y no vio nada, ni a nadie observando lo, pero seguía inquieto.
Al llegar a la cajera echo otro vistazo, al mismo tiempo que pagaba lo que había comprado; y, efectivamente, vio a aquel individuo fuerte, grande, de piel oscura, con mirada maliciosa, lo miró un instante y intercambiaron mirada, el pleito estaba casado, de eso no hay duda, pensó José.
Ahora, descubrir quien era, miró en retrospectiva a ver con quien había tenido problema últimamente y ninguno con lo que había discutido encajaba con el mastodonte, quizás algún resentido había pagado para que le dieran una paliza. Pero quién…
Y mientras se acercaba a la puerta, el gigante seguía sin moverse, se puso la funda en la mano izquierda; y pensó – Cuando me vuele encima, una patada en los testículos y otra en la nariz, la decisión estaba tomada.
Con paso cauteloso y firme se acercaba más a la puerta y cuando estaba enfrente del mastodonte, solamente escucho:
¡Tú si eres lindo!

Sandy Valerio

La guarida.

La guarida.

Estás pensativo. El ritmo cardíaco se te ha acelerado. Presientes su llegada. Todo está saliendo como lo planificaste. Acordaste con ella que dejaría la puerta abierta para que no tocaras. Sí, la dejaría abierta.
Observa tu reloj y ve que es la hora acordada, las 5:15 de la mañana. Te sonríes un poco y te dices, - las mujeres -. Vuelves a observar tu reloj, notas que se ha retrasado, pues son las 5:18, te da mala espina, pero no le hace caso a ese presentimiento. Total, no es la primera que llega con unos minutos después a tu guarida.
Sí, a tu guarida. Así le había puesto a la habitación en que vivía. Otros le habían puesto el mar negro, porque todas las que entraban se hundían.
Pero para ti era guarnición, refugio, seguridad. La confirmación de tus instintos de macho dominante. Vuelve a observar tu reloj, las 5:20, te inquieta de nuevo, tu ritmo cardíaco se acelera mucho más. Nunca te ha gustado esta condición, pues siempre ha pasado algo cuando te encuentras así. Te relaja un poco, ha escuchado unos pasos que se acercan a tu puerta.
Te tranquiliza, aunque no suenan los tacos de sus zapatos. Decide acomodarte en la cama para que no te encuentre alterado.
Y…efectivamente, empujan la puerta. Ves una silueta de una persona con un objeto en la mano. Lo levanta en dirección hacia ti. Escucha cuando dices, -¡Así qué esperaba mi mujer! Quiere brincarle encima, pero un sonido que retumba en la habitación te detiene. Ya está sumamente relajado, hasta el extremo de no sentir tu corazón.

Sandy Valerio

Recuerdos.

Recuerdos.

Cuando me acuesto en la almohada de tus recuerdos.
Un sin número de átomos recorren mí cuerpo, fluyendo una energía en todo mí ser, que me arrastra al infinito donde te puedo ver.
Primero;
Se me eriza todo el cuerpo y más luego te puedo oler.

Huelo tu respiración, tu fragancia, tus hormonas, todo lo tuyo lo huelo.

Ese olor se transforma en energía que desciende hasta mí falo, produciendo una erupción trascendental, ocasionando que éste se estrelle contra mí cuerpo.

Más luego, lejos, muy lejos, en el infinito, estás tú.

Sandy Valerio

Decadencia

DECADENCIA

Son las dos de la tarde. Este sol me quema el alma. A ésta hora estos carros son tan difíciles. No hay uno solo de la ruta L que silva y con éste polvazo el panorama luce aterrador. Cualquiera lo piensa cien veces antes de salir a coger carro a esta hora. Pero a mi está bueno que me pase. ¿A qué vengo yo a esta hora? Para joderme… Sabiendo que no quieren saber de mí. Pero de eso es que se trata, de que me vean. Sí… Quiero que se mantenga viéndome. El momento de la venganza llegará. Por ahora tengo que dejar de pensar en tontería. Me parece que éste carro que viene está conchando. ¡Qué tiesto! Ahh… Sí, se va a parar. Por suerte que nunca he tenido inconveniente con montarme en cualquier carro.

-Buenas tardes chofer…

-Buenas tarde…

-Cobre chofer…

¡Dios mío! Si sufre de parkirson el pobre viejo. Con razón traía las dos manos agarrada del guía. Mira como le tiembla la mano al extenderla hacia atrás para coger el dinero. ¡Pobre viejo! Sólo en sociedades como ésta se ven cosas así. Y tanto que pregonan del modernismo. Y la paz de un viejo enfermo no está asegurada. Ahh.. No me vengan con retórica. Mira el pobre viejo. Tal vez tiene algún nieto preferido. O sociedad injusta que vuelve añicos a los hombres de trabajo. Te ofusca en crearle adversidades hasta el último suspiro de su existencia. Claro que sí. Esas manos demuestran las horas de trabajo en su juventud. Tal vez amarrando vaca, envolviendo andullo, limpiando conuco o haciendo carbón. ¿Quién sabe?...

-Viejo... usted afanaba mucho.¿Verdad?..

-Un poco mi hijo…

Dios mío, trabajando en éste carrito y con esta carretera tan mala y el parkinson destruyendo su existencia, no puede albergar una pizca de felicidad. No. De seguro no tiene algún familiar que se conduele de él. Claro que no. Si lo tuviera no tendría que estar buscando se la en éste carrito. Pero parece que no le gusta que lo observen. Tal vez le da vergüenza que lo vean en ésta condición. De seguro algún cínico se ha reído al verlo menear la cabeza constantemente. Pobre viejo! Mejor dejo de mirarlo. No me gustaría que se sienta mal por mí tozudez de observarlo. Mejor miro para otro lado.

Pero, total, de que sirve que mire para el otro lado si se ve la misma decadencia. Ese niño jugando con las aguas negras que están saliendo de ese registro. Esos jóvenes tomando cerveza en vez de estar en la escuela. Se ve que son niños. Pero a quién le importa esto. A nadie. De eso no hay la menor duda. Ni siquiera le arreglan la calle. Los barrios tan pobre son bueno para elecciones. Para esa época si son bueno. Ahh.. Si, para eso sí.

Pero que hago yo pensando en esta tontería, que el barrio, que el viejo, que los jóvenes. ¡A mí me importa eso!!!

- Viejo déjeme en la esquina…

Sandy valerio

Princesas.

Princesas
(cuento)

El cansancio se ha apoderado de ti. Te levantaste temprano a lavar, pues, el cúmulo de ropa era extraordinario. Y más que la ropa de tu esposo es doblemente sucia por la tierra del conuco. Pero eso no importa, siempre te enseño tu madre que la mujer es para la casa y el hombre para el trabajo. Te enseñó a ser una mujer que le pesa el ruedo de la falda. Ahora te sientas a descansar, ya terminaste de brillar los utensilios de la cocina. Se ven impecable. Si estuvieran en una vitrina se verían más lindos. Aunque en el orden que los a colocado en los palos de la cocina, se ven esplendidos. De mayor a menor, en forma descendente. Las pailas que hace un ratito estaban como el neumático de un carro, por el humo del fogón, ahora lucen como si fueran de plata en la tabla que tu esposo ha clavado para que las coloques.

Qué satisfecha te sientes, tu casita luce impecable. Tu esposo cuando venga del conuco se sentirá feliz, él te ha manifestado que le encanta como tu pones a brillar la casa.

Ahh…Sentada como te encuentras te das cuenta que se te ha olvidado algo, el piso. Haces un gesto para levantarte, pero te acuerdas que el agua que queda no es suficiente para rosear el piso, y no tienes energía suficiente para buscar al arroyo el agua que te falta. Y como el barro que tiene el piso es bastante bueno, está claro que el día anterior tu lo mojaste.

Pero eso no importa, lo que importa es que tu casa luce impecable. Quién diría que saliste una mujer de tanto temple. Cuantas mujeres desearían tener el carácter que tu tienes. El valor inquebrantable, y, al mismo tiempo, la ternura. Sí que eres extraordinaria.

Tan extraordinaria como la reina Isabel de Inglaterra que estás viendo en esa foto de la revista Hola que tienes en la mano. No tienes nada que envidiarle.

Hojeas la revista mientras descansa. Ves la reina que sale en diferentes lugares del palacio. Te queda anonadada de tanta belleza. Te absorben las majestuosidades de las fotos. Sus extraordinarias riquezas. Todo te absorbe.

Te concentras en la foto de la reina, con la princesa de Gales en las piernas. La inocencia de la niña se maximizaba en la foto, y tú, como madre, la percibías, y te dices –Que felices son – y de repente un grito infantil te hace volver a la realidad. Es tu niña, tu princesa, que tiene calentura desde ayer.

Sandy Valerio 



Pintura "Campesina en fogón" de Rafael de Dominicana

Me falta algo.

Me falta algo.

Me parece que de esta no te salva. Tú deterioro se ha maximizado aún más que cuando te hirieron. Fueron dos disparos en la espalda, pues, había emprendido la huida cuando viste los policías. Sabía que era a ti que buscaban. Te habían dado par de carreras en los últimos días. Pero la suerte te abandonó en esta ocasión. Y más, si el último que asaltaste era hijo de una persona influyente. Este cuando dio tú descripción, los policías de una vez supieron que eras tú. Fuerte, de tez oscura y estatura mediana. Con clinejas a ras del cuero cabelludo. Más que un asaltante, parecías un atleta de béisbol. Y pare favorecerte joven. Unos años atrás, todos los ojos de aquellos que dirigían la liga de béisbol que tú pertenecías, te señalaban como una futura estrella. A José, tú tío, tú dirigente se le había acercado comunicándolo de tus cualidades. José hizo todo el esfuerzo posible. Te compró el guante de pelota, los ganchos. Todo lo que tú necesitabas, pues él sabía que tú madre no podía ayudarte. Y además, él veía cómo ella te trataba. Lo que él no podía comprender era por qué te trataba así. Si estaba enojada, lo descargaba contigo. Si había poca comida, te quedabas sin comer. Si tus hermanos cometían una fechoría, tú pagabas las consecuencias. Cuando le comentaron de tus cualidades atléticas, las menospreció a tal extremo que te hizo creer que tú no eras bueno y que sólo serías como tú padre. Ah… Tú padre. Por él es que tú madre ha descargado tanto odio en ti. Pero ella no es culpable. Su odio y su ignorancia no le permiten discernir respecto a que no eres culpable de que tú padre lo abandonaras. Y el odio y la ignorancia combinados producen consecuencias aterradoras. Y tú eres un producto de esa combinación. Eres sádico. Disfrutas cuando tus victimas te suplican que los dejes vivir y te lleves todo lo que cargan. Ah… Sí. Lo disfrutas. Y tú ego se infla cuando lo comentas con tus amigos. Para ellos eres un ácido. Tus habilidades atléticas las trasladaste a actividades denigrantes. Desde luego, para ti no lo son. Solamente traspasas todo el odio que han descargado en ti. Y eso que no menciono todos los días de hambre que has tenido que soportar en tu corta vida. De esto podemos deducir que al tener tus víctimas esta necesidad satisfecha y tú no, menos remordimiento te producen. En ocasiones te digite – Estos pendejos hartos y yo con hambre- Ah… Sí. Eres un psicópata, de eso no hay duda. Pero ahora, postrado en esa camilla, eso no importa. Ni a los doctores que te atienden, tampoco le importa. Ellos sólo saben que fue en un intercambio de disparo con la policía que te hirieron. Cuando te ingresaron en la sala de emergencia, las probabilidades de vida eran nulas. Uno de los disparo te había destruido la columna vertebral, y el otro te perforó los pulmones. El doctor cabecera no se explicaba cómo había llegado vivo al hospital. Sería un milagro. Y si que lo era. A éste se le ocurrió hacerte todos los análisis de lugar para ver si no tenías ninguna enfermedad letal. Aunque tú contextura física hablaba de tú buena salud. Y efectivamente, saliste más limpio que el alma de un santo. El doctor no perdió tiempo. Llamó al banco de órganos. Dijo que tenía dos riñones, un hígado y un páncreas a disposición de alguien que lo necesitara. No habían transcurrido dos horas de haberte ingresado a la sala de cirugías cuando tú hígado y tú páncreas se encontraban en camino hacia otro inquilino. Sí, esa es la vida, ha quitado vida y ahora con tus órganos las salvas. Al día siguiente, encontrándote en cuidados intensivos, el doctor recibió una llamada comunicándole de un paciente con problemas renales. Te ingresaron a la sala de cirugías de nuevo y en una hora uno de tus riñones te había abandonado. Así de simple.

Tus familiares albergaban esperanzas, el doctor no se la daba. Pero que todo correría por su cuenta, le daba pena que un joven tan lleno de vida se le fuera de las manos.

Te sientes vacio. No sientes los pies. A una de tus primas que le permitieron entrar le dijiste que te sentías solo y como si te faltara algo. Ella entendió esto como un mal augurio, como una despedida.

Ahora tienes un deseo inmenso de ir donde tú hermana María a contarle. Pero no puedes menearte de esa camilla. Aunque la fuerza de ir a verla es tan extraordinaria que va en cuerpo astral. Ella pensará que fue un sueño o que anda penando… Penando…

Sandy Valerio.

martes, 6 de mayo de 2008

Gotas.

Gotas.

Cuanto espacio he recorrido desde que partí y dejé mi dueño. No he vuelto a sentir cosas que con él sentía.
He deambulado por lugares extraños, sin rumbo; He subido, bajado y rodado llenando aun conglomerado de plantas que me le deslizo por entre las ramas hasta llegar al tronco.
Muchas de nosotras son absorbidas por ellas. Otras, como yo, deambulamos por lugares inhóspitos, moldeando río, creando esperanza, dando nueva vida a quienes liberan más de nosotras.
En ocasiones hemos creado momentos de traumas y desolación al caer en grande cantidades sobre lugares necesitadas de nosotras. Pero después viene el verdor, el aroma primaveral, se reconstruye todo el entorno y la desesperanza desaparece.
Más nosotras continuamos nuestro recorrer. Cada minuto, cada segundo continúan llegando y quedando se, ese es nuestro existir.
En el transcurso de nuestros viajes nos contamos nuestras experiencias, vivencias y sentimientos.
A veces nos conmovemos al cruzar por lugares que necesitan de nosotras, pero mejor se adhieren más en nuestro camino.
En mi trayectoria he conocido unas cuantas que me han contado como la han liberado. Recuerdo que una me decía; -Mi amo, después de tener que correr en busca de un préstamo para entregárselo a quien salvaría la vida de su ser más querido. Aquella persona le dijo que no era suficiente, y que no podía hacer nada. ¡Pudiendo hacer tanto!
Empezó a respirar rapidísimo, dando vuelta de un lado a otro, se sentó en un lugar solitario. Se puso las manos por donde salimos nosotras, tratando de que no saliéramos, pero era tan intensa la fuerza que nos expulsaba, que él sentía nuestra calentura mientras nos le deslizábamos por entre sus manos en cantidades extraordinaria.
Y así me han contado otras de cómo la liberan, y todas coincidimos en que es una fuerza extraordinaria que nos impulsa.
La última con la que compartí un buen rato, antes de que nos apartáramos en unos de esos turbulentos momentos en que nos aglomeramos. Me decía que le hacía falta su amo, un ser sublime, con todas las virtudes del mundo. Que amó tanto a sus semejantes que dio la vida por ellos; y que la había liberado cuando le dijeron de la muerte de un amigo de él llamado Lázaro.
Yo quede fascinada con el relato de ella, ¿Cómo podía un humano ser tan sublime que diera la vida por sus semejantes? Más, al verme tan emocionada con la historia de ella, me preguntó qué cómo me habían liberado?
A lo cual le conteste: Al escribir sobre nosotras.

Sandy Valerio

Sentir.

Sentir

Mi historia comienza una mañana en la que transcurría todo en normalidad, desde luego, la normalidad que estoy acostumbrado. En mi mundo la vida es algo especial. Es un acontecer de hechos fuera de lo común. Somos un grupo de cuerpos ovalados con colas, y nos movemos con independencia.

Cada uno tiene su propio sentir. Unos mueven la cola más rápido, otros son más resistentes. Pero tenemos la peculiaridad de que somos de un mismo lugar. De lo contrario no podríamos vivir.

La razón de ser de nosotros no es solamente convivir juntos y pelear entre nosotros, sino, competir. El que llegue más rápido a un lugar en el que ninguno regresa. Aunque nos cuentas que son unos cuantos los privilegiados. Todo va ha depender de las circunstancias en la que nos veamos envueltos.

En nuestras vidas hay momentos en que no depende de nosotros, sino, de ciertos fenómenos naturales; por ejemplo, la cantidad de nosotros, ciertos fenómenos físicos o químicos. Y también una orden del más allá, sobrenatural, divina.

Cuando sucede uno de esto fenómeno, existe un camino que tenemos que recorrer. Atravesamos un conducto bien largo. Somos inspeccionados por dos fenómenos ovalados como nosotros pero sin colas. Estos están atados a algo que no sé su nombre pero se contrae y se extiende.

Después de ese camino tan largo, nos expulsan con una fuerza extraordinaria a un paraíso. Donde no andamos tan apretados. Nos movemos con libertad. No chocamos. Es raro cuando se cruzan dos en el camino.

Tengo que hacer un paréntesis. Hay ocasiones en la que un grupo de nosotros cae en el vacío o en un ambiente deteriorado. Pero de ellos no se vuelve a saber. Esto nos lo ha dicho… No se puede decir.

Pero volviendo a lo esencial. Una mañana nos encontrábamos reunidos un gran numero de nosotros, todos juntos, bien apretados, y llegando más. De repente tuvimos que salir rapidísimo. Fuimos inspeccionados a toda prisa. Yo iba en la delantera cuando nos expulsaron a toda velocidad. Y, sí, caímos en un ambiente extraordinario. Todo era grande. Un mundo gelatinoso, calido, fantástico, me sentía como en el paraíso.

Después de estar de un lado para otro, dando vuelta, como si estuviéramos buscando algo. Pero no sabíamos que era… Vimos algo redondo que se acercaba a nosotros. Nos lanzamos a ver lo que era. En ese instante sentí una sensación extraña. No sé por qué era yo el que iba en la delantera. Fui el primero en acercarme le. De repente me absorbió. Todos se quedaron mirando. No hicieron nada para ayudarme. Sentí que me estaba comiendo. Me cortó la cola. En ese instante perdí el conocimiento pero sabía que estaba vivo. Lo último que recuerdo es que me comieron y que estaba vivo.

Unos días después desperté. Estaba totalmente diferente. No tenía cola, era muy lento. No tenía velocidad. No podía moverme. Sentía sensaciones extrañas. Sin saber de donde me llegaban. Mis compañeros, que eran tantos no volví a verlos.

Según pasaba los días, las sensaciones eran más fuertes. Estaba cambiando radicalmente. Había algo de fuera que cuando se acercaba, lo sentía. Me decía algo, lo escuchaba.

Todo era extraño. Todo cuanto estaba a mí alrededor era extraño. Hasta yo era extraño. Sentía unas cantidades de emociones que no sabía de dónde venían. Pero me encantaban. Es más. No me movía y me sentía mejor que cuando me movía.

Todo me llegaba por algo que estaba pegado a mi centro. No tenía que buscar nada. Todo estaba siempre en mí. Nada me faltaba. Las sensaciones se hacían tan fuerte que me hacían vibrar dentro de mí. Pero no podía moverme.

A mí alrededor todo estaba calientito.

Si mis compañeros me ven con lo grande que estoy. Tengo como mil veces el tamaño de ellos. ¿Cómo estarán? Seguro están bien. Hay algo que no me puedo explicar. Si esa cosa me comió. ¿Cómo es que estoy vivo? Y tan grande. Será que nos transformamos los dos juntos en algo anormal.

Con el ritmo que llevo, creo que voy a ser un gigante. Por que en unos cuantos días que llevo, tengo como mil veces el tamaño que tenía. Serán las sensaciones que siento. O quizás lo que me está llegando a través de mi centro lo que me ha hecho crecer tanto.

Lo que si estoy seguro, es que si mis compañeros tuvieran la suerte de que se lo coman como a mí, tuvieran la misma felicidad que tengo yo.

Sensaciones, crecimientos y alegría. Todo lo que cualquiera de mis amigos pudiera desear.

Luego todo a mí alrededor se calentó. Por el centro de mí empezó algo ha entrar que me estaba matando. Sentía que era fuerte como la otra vez. Sentía miedo en esta ocasión. No creo que era bueno lo que me entraba. Estaba cortando me y no tenía cola que cortar. Es más, era entero que me estaba cortando. Cuando estuve a punto de ser cortado, vino algo sobre natural. Era una fuerza extraordinaria, me atrapó, me envolvió. No dejó que me cortara. De una vez empezó todo a mí alrededor a ponerse normal.

Luego vino una sensación más fuerte, me dio seguridad. Volví a sentirme feliz. Aunque aún tenía el temor de que me volviera a suceder aquella cosa tan mala.

Empecé a crecer más. Sentía un escándalo encima de mí. Un pun… Pun… que me encantaba. Volví a sentirme feliz. ¿Qué había provocado aquello? No lo sé. Que sintiera que iba ha explotar y que no permitieran que explotara. Talvez alguno de mis compañeros me lo dirá.

Según pasaban los días todo seguía con normalidad. Sensaciones iban y venían.

En una ocasión sentí una fuerza que me estaba apretando, me pedía que me meneara. No era la fuerza que me protegió, no, era una fuerza más débil, pero me hacía feliz. Sé que no me haría daño, lo presentía. Aunque a lo primero me apretaba como queriendo matarme. Pero no lo hacía. En otra ocasión esa misma fuerza empezó a menearse de un lado a otro. Y no sé, pero me encantaba. Sentía como si estuviera haciendo me cosquilla, era extraordinario. Que felicidad. Que dicha la mía. Que envidia me han de tener.

Hay algo que siempre me ha llamado la atención. Era que, había una fuerza, que cuando se me acercaba me hacía sentir feliz, pero era muy esporádica. Ocurría ocasionalmente. Luego se iba. No la volvía a sentir. Que extraño. Verdad…

Entonces empezaron a suceder me cosas extraña de nuevo. Las sensaciones podía diferenciarlas. Empezaron a salirme cuatros colas. Dos mas para bajo de mí cabeza y dos mas para bajo de mí centro. Ya tenía un tamaño de gigante. Ya sabía que me gustaba que entrara por mí. Después, un milagro, menee una de mi nueva cola. Que felicidad… Sentía que moría de alegría. OH… No lo creo. Quería correr pero no podía. Sí… Sí… Menear una cola uaoo…Cuando mueva mis cuatros colas seré más rápido que antes. O perdí esa rapidez al transformarme. Pero si con una cola me meneaba rapidísimo. Qué será con cuatros. No, no lo podía creer…

La fuerza que me empujaba a lo primero, ahora hacía que meneara mis colitas de felicidad.

La otra fuerza que venía y se iba, hacía que meneara mis colas con más rapidez. Pero siempre se iba. No duraba mucha esa alegría.

Cuando estaba más feliz. La fuerza que me apretaba al principio de mi transformación, ahora me hacía cosquilla a cada instante. Me pasaba algo con cinco ganchos juntos que me fascinaba. Era un movimiento circular. Con mucha frecuencia.

Pero ocurrió un imprevisto. Empecé a sentirme sin fuerza. Mis colas tenían cada una más colitas, pero no se movían. Y no tenía ganas de moverlas. No tenía ganas de que me hicieran cosquilla. La fuerza que me hacía cosquilla hacía un esfuerzo extraordinario para que me meneara. Y… Sucedió… La fuerza que me salvó cuando iba ha explotar, esa misma fuerza me vino ha buscar…

Sandy Valerio.

Devuelve esa miseria.

Devuelve esa miseria.

El no quería acercarse donde se encontraba su padre, sentía vergüenza, pero sus amiguitos insistían, pues si le daban 5 pesos comprarían dulces para todos; y como el padre estaba apostando a los gallos, es porque tenía dinero.

Lo convencieron, y entre alegría y tristeza se acercaba a su padre. Alegría, porque su padre le daría la bendición; y tristeza, porque su padre no le gusta que lo molesten cuando apuesta a los gallos. Pero coincidencialmente siempre que lo podía ver y besarle la mano era en la gallera.

En está ocasión era igual, le besó la mano – sion papi – y con gesto despectivo el padre sacó 10 centavos, se lo entregó y al mismo tiempo - Dios te bendiga y váyase para su casa, los niños no están en gallera.

El váyase para su casa no lo escuchó, pues la alegría que le produjeron los 10 centavos y el Dios te bendiga era tan inmenso que se le olvidaron todos sus amiguitos, y emprendió una carrera que a todos sus compañeritos los dejó votados; y entre zancada y zancada, solamente decía; - vi a papi, vi a papi, y me dio diez…

Sus amiguitos, que al verle salir tan rápido, también lo siguieron, solamente escuchaban cuando decía, - vi a papi, vi a papi, y me dio diez…- la alegría también los contagió, y se decían – hasta paleta vamos a comprar con los diez pesos, eso da para comprar de todo.

Y con el corazoncito tan agitado como las olas del mar en un Huracán, llegó donde su abuelita. Y ésta a verlo tan contenta sonrió, pero con tristeza, pues la polla de él ella la había tenido que matar para comer; y le dijo ella – y esa alegría mi terruño – Y él le contestó – vi a papi, abuelita, y me dio diez…- A ella se le agrandaron los ojos, lo cogió por un brazo; y le dijo – deja ver los diez pesos – Y el niño sorprendido, le dijo a ella – cuáles diez pesos, abuelita, fueron diez cheles – Ella frunció las cejas y con una voz estruendosa le dijo – Devuelva esa miseria… rápido.

Sandy Valerio.

domingo, 4 de mayo de 2008

Noche de traición.

Noche de traición.
(Cuento)

Han transcurrido cuatro horas desde que tu marido está durmiendo. Son específicamente las dos de la madrugada. Ya están todos durmiendo, incluyendo los niños. Decides confirmarlo no vaya a ser que alguno se despierte o esté despierto con el sonido que acaba de escuchar en la galería. Es la señal indicada de que te esperan.

Ha silenciado el televisor y te dirige a la habitación de los niños, los observas, confirma que están durmiendo. No hacen algún gesto de que puedan despertar. Eso te tranquiliza.

Ahora te desliza hacia la habitación de tu esposo. Y aunque la adrenalina fluye por todo tu cuerpo, la costumbre y el rencor que siente por tu marido no te hacen perder el control de la situación. Te le acerca, observa su respiración, su cuerpo, sus ojos, está plenamente dormido. Mueves las manos delante de su rostro no vaya a ser que pueda despertar. Pero no hace ningún gesto. Confirma su estado onírico acercando tu rostro al de él. Si él se despertara pensaría que lo intenta besar.

Después de confirmar que todos duermen y de tomar las precauciones de lugar, caminas hacia la puerta. Un sonido parecido al primero te hace detener. Vacilas por un segundo hasta comprobar que nadie lo ha escuchado. Estar en éste estado de ansiedad te esita. Más si sabes que un hombre arriesga su vida para tenerte. Sentirse deseada con demasía es algo extraordinario, hasta el extremo de sentir tu pantis húmedo. Tu excitación es tan sublime que no te importa tu esposo, tu familia, ni tus hijos. Nada te importa, sólo satisfacer tu cuerpo. Y el objeto para alcanzar éste objetivo te espera.

Abres la puerta con sumo cuidado y sales. La experiencia te ha enseñado que después que tu esposo se duerme nada lo despierta. Al cerrar la puerta te sientes liberada para hacer lo que tú quiera. Y tu cuerpo, el monte de Venus y tu libido son cómplices de ti. Te insistan a continuar con ese hedonismo enfermizo. Con esa adicción de tu cuerpo que no puede controlar, sólo satisfacer.

Antes de bajar la escalera te detienes y observas las persianas de los apartamentos de tus vecinos, todas están cerradas y con la oscuridad que hay en la escalera pues quien te espera se ha encargado de deshacerse de los bombillos de ésta. Te acerca a la orilla de pasillo y mira hacia abajo. La mirada tuya y la de él se cruzan. Y él insinúa que te va a encontrar en la escalera pero un gesto de tus manos lo detienes; Y te dices – Es mío – Y comienza a descender la escalera lo más rápido posible pero sin hacer el menor ruido.

Al pisar el último escalón él te tienes en sus brazos. Y la pasión se encarga del resto.

El manto de la noche traicionera los arropaba para que no salieran los gemidos y las ondas expansivas de la energía que liberaban ambos al alcanzar la cúspide de éxtasi.

Sin lugar a dudas de que no hay el más mínimo indicio de lo que acaba de suceder, salvo algunas gotas de semen en el piso.

Al despedirse les dices que lo espera a las 8:30 AM para prepararte un buen desayuno, pues tu esposo estará para el trabajo y los niños para el colegio.

Ahora de regreso en la casa abre la puerta con el cuidado que utilízate al salir, pero éste cuidado de nada te sirve, un rostro inquisidor con un objeto en la mano derecha te manda a cerrar la puerta con todos los petillos no vaya a ser que entren ladrones.

SANDY VALERIO

Una mente perturbada.

Una mente perturbada.

Cuando la maldad es usada sin ninguna restricción los resultados pueden ser escalofriantes. Sí. Mírate. Eres víctima de esa maldad. Estas vuelto un manojo de basura. Quien diría que un joven con tantos talento como tú se encontraría en esa condiciones. Das pena. Un religioso diría que estas poseído por demonios y un psiquiatra te diagnosticaría una neurosis crónica o una esquizofrenia en una etapa patológica. Pero para estas gentes eres sólo un loco más. Muchos dicen que fue de tanto leer que te pusiste loco. Para otros, el haberte enamorado de una rica, siendo pobre, pues, sólo en las novelas se casan las ricas con los pobres. Ah. Nada de esto se acercaba a la realidad. Ni tú mismo sabía lo que te había sucedido, ni nunca lo sabrá. Las probabilidades de que vuelva a tener luz en tú mente son remotas. Pero eso a nadie le importa. Y menos en esta tierra que cada quien es el forjador de su destino. Es tan así, que para que terminara el bachiller tuviste que pelear con tú padre. Sí, y esta fue tú desgracia. Eras un rebelde. Un revolucionario en potencia. Y para desgracia inteligente. Cosa mal vista por las elites sociales. Para estos, a los pobres hay que mantenerlos en la ignorancia. Y si surgía uno que rompiera con el ritual de la sociedad, utilizar las herramientas adecuadas para doblegarlo.
Exclusión social, estrangulación económica e intimidación. Y si nada de esto funcionaba, el extremo. La muerte… O lo que te pasó a ti. Sí, a ti... Por haberte involucrado con aquellos jóvenes comunistas. Te volvieron un vegetal. Primero identificaron los cabecillas. Y, desde luego, te encontrabas tú. No tuviste que hacer mucho esfuerzo para encontrarte entre los líderes. Tus cualidades naturales te facilitaban el reconocimiento de todos. Inteligente, emprendedor, prudente, justo y con carácter. La dureza del campo te había endurecido el espíritu. No escatimaba esfuerzo por una causa que cosiderara justa. Y era justo por lo que luchaban. Libertad, igualdad de oportunidades y reivindicaciones sociales. Ah. Mírate. Nada de esto existe en tú cabeza. Te han producido una regresión mental a tal extremo que eres un homo sapien. Eres todo un conglomerado de basura, mal olor y podredumbre. Deambulando de un lugar a otro buscando paz. Ahora está sentado descansando. ¡Talvez! Pues quizás algún reducto del inconciente te comunica que está cansado. Esto no se puede afirmar, pues, te llegarían ráfagas fugases de lo que te aconteció. Y no es así. No te acuerda que primero te intimidaron. No te acuerda que visitaron a tú padre y a tú madre para que te persuadieran. No te acuerda que después de la muerte de aquel descendiente de Júpiter que desembarcó por la playa caracoles la represión se intensificó. No te acuerda quien fue que te traicionó. No. No te acuerda. Y mucho menos te acordará cuando te agarraron a ti y dos más de tus compañeros. Fue tan rápido que no le dio tiempo para correr o defenderse. Le dieron tantos golpes que no había espacio en el cuerpo que no tuviera hematomas. Pero el objetivo no era darle golpes solamente, sino, matarlo. Ustedes estaban demasiado calientes. Y, efectivamente. A tus dos compañeros los mataron. Nunca más se supo de ellos. A ti, el azar te tenía una buena jugada. A uno de los esbirros del sistema, de apellido Everts, le habían encomendado al campesino de Santiago. Este cumplió a cabalidad su objetivo. Te observó de Día y de noche. Se infiltró en tú familia. Las chicas que tú frecuentaba. Tus amigos. Fue un seguimiento perfecto. Era de los mejores en asuntos de espionaje. Ah. Y entonces. Te salvó la vida. Sí. Te la salvó. Pero a cambio dio órdenes de que te inyectaran un milímetro de creolina en la parte trasera del cráneo, es decir, en el cerebro. Borró todas tus cualidades mentales a cambio de salvarte la vida. Pero, sobre todo, daría el ejemplo de que el que estudia mucho y se involucra con comunita, se pone loco. Sí. Un asesino magnánimo. Tan magnánimo que el mismo te llevó a tú campo y te abandonó en la carretera para que tus compueblanos te encontraran. Cuando te llevaron a tú casa no te reconocieron. Y, mírate ahora, sentado en el ocaso de tus Días, nada por lo que luchaste se ha cumplido. Gracias a Dios que tú no está conciente de esto.

Sandy Valerio

Aniversario.

Aniversario.

La ejecución de un hecho trascendental, sea éste positivo o negativo, marca al individuo para toda la vida. Es motivo de recordación el aniversario del acontecimiento. Y hoy es otro aniversario más para tí. LLevas 33 años celebrandolo. Se matará
uno de tus mejores novillo. La bebida es de la mejor. Whisky, cerveza y ron para tus empleados. Sí.., siempre te has mostrado magnanimo con estos. De aquí que te seán tan fieles. Nadie osaría decir algo malo de ti delante de ellos. Su condición servil y dependiente de un amo los hace vulnerable. Por eso es que nunca han preguntado el motivo de la celebración, aún sin saberlos. Aunque los más viejos han comentado entre los dientes que coincide con el día en que desapareció Antonio Perez. Tú enemigo. El novio de la que es tu esposa y madre de tus hijos ahora. Por ella fue que artículaste tanta intriga, tanta mentira. Lo hiciste caer en desgracia con el jefe. Sí... Con él. Sabía que después vendría la catástrofe para Antonio. Y así fue. A éste por ser un hacendado muy próspero lo habían invitado a una fiesta con el jefe. Pero la salud no le permitió su asistencia. Esta fue la gota que lleno la copa. La confirmación de todo lo que tú había dicho. Que no tenía el carnet del Partido Dominicano. Que no tenía el nombre del jefe en la puerta de su casa. Que el jefe no sabía gobernar. Que nunca iría a una actividad con el jefe. Todo esto era cierto, Antonio estaba convencido de la maldad del jefe, pero nunca lo había comentado con nadie. No le interesaba la política. Solamente su finca, trabajarle y ponerla a producir. Esto era lo que te molestaba, junto con que tenía amores con la mujer más linda del pueblo. La que no se podía salir de la cabeza. La que amaba en silencio por el respeto que le tenía a Antonio.

Al día siguiente de la fiesta que Antonio no pudo asistir por problema de salud, Alisinio Peña Rivera, el jefe del SIN en Santiago te mandó a buscar. Te interrogó. Le confirmaste todos los rumores e inclusive que tú había estado hablando con él la tarde antes de la fiesta y te había dicho que no iría a esa maldita fiesta. Alisinio te felicitó por la lealtad con el jefe y te prometió que sería muy bien recompensado. Que el jefe siempre compensa a sus amigos.

Saliste lleno de felicidad de la oficina de Alisinio, pues, viste que éste empezó a hacer el informe de una vez ya que Antonio era un peje grande. Un campesino rico mal agradecido.

A la semana de tú entrevista con Alisinio desapareció Antonio. Nunca más se supo de él. Algunos comentaban entre los dientes que fue por no ir a la fiesta del jefe que Antonio cayó en desgracia.

No podía creerlos. El jefe era lo más grande que ha pasado por éste país, te decía. Pero la desaparición de Antonio no era nada, lo mejor te llegó a los dos meses. Su finca. El jefe te la regaló en agradecimiento. Como te lo había dicho Alisinio que el jefe premiaba la lealtad.

Y ahora mirate. Gracias a Antonio eres rico y tiene la mujer que amaba. Como no celebrar el aniversario de su desaparicion!!!

sandy valerio